La hojarasca

El primer contacto de frente con la muerte, no solo es un choque con la realidad, es de alguna forma la clausura de una etapa de la vida, pues nos plantea interrogantes que ningún otro acontecimiento natural nos hace tener, pero también nos enseña como el tiempo se detiene para quien muere y para quienes nos interrogamos; esa forma de detener el tiempo, de jugar con él y de hacerlo eterno, de construir un pasado, un futuro universo con solo treinta minutos de acontecimientos presentes es la característica más notoria y maravillosa de esta historia.
Una historia ficticia emplazada y enmarcada por un acontecimiento real, la violencia de un país sin justicia, de un país en el que los que deben proteger también son agresores, esa tragedia lejana, la masacre de las bananeras, es el telón de fondo para contar la historia de un pueblo creado en la bonaza y destruido en el olvido, puesto en medio de ese clima asfixiante y esa atmosfera enrarecida por los despojos de lo que ya no es más, ese Macondo mágico, que es cuna de las tradiciones férreas de una familia tradicionalista, de valores y honores incorruptibles, pero que se ve obligada a hacerlos a un lado para poder cumplir la palabra empeñada en un promesa hecha a quien salvo una vida.
El uso de los diálogos internos o introspectivos y la yuxtaposición de pensamientos y frases calcadas nos permiten como lectores no solo adentrarnos en cada personaje conociendo su percepción de los acontecimientos, si no también comprender los ciclos de tiempo en los que sus vidas se ven afectadas por los actos de aquel hombre decide quitarse la vida en un silencio no mayor, pero si igual de enigmático con el que apareció en la casa del Coronel y en la vida de su familia.