_No se preocupe, blanca, _ le dijo la esclava. _ Usted puede prohibirme lo que quiera y yo le cumplo. Lo malo es que no puede prohibirme lo que pienso. |
_No se preocupe, blanca, _ le dijo la esclava. _ Usted puede prohibirme lo que quiera y yo le cumplo. Lo malo es que no puede prohibirme lo que pienso. |
El marqués se levantó de la hamaca con sus últimas fuerzas, se derrumbó frente a ella y se soltó en un llanto áspero de viejo inservible.
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La incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos.
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Aun las monjas más rígidas escapaban de la clausura después del toque de queda, y se iban en grupos de dos o tres para hablar con Sierva María. Ella las recibió con uñas, pero pronto aprendió a manejarlas según el humor de cada quien y de cada noche. Una pretensión frecuente era que les sirviera de estafeta con el diablo para pedirle favores imposibles Sierva María imitaba voces de ultratumba, voces de degollados, voces de engendros satánicos, y muchas se creyeron sus picardías y las sentaron como ciertas en las actas.
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Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa.
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No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.
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Ningún loco está loco si uno se conforma con sus razones.
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Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella
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"Siempre había pensado que dejar de creer causaba una cicatriz imborrable en el lugar en el que estuvo la fe y que impedía olvidarla." "Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa." "Ella le preguntó por esos días si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo. "Es verdad", le contestó él, "pero harás bien en no creerlo"." "Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella." |
Los médicos vemos con las manos
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¿Con qué frase empieza esta novela?