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Crítica de rafaperez


rafaperez
03 August 2022
Llegó la hora de reconocerlo. Sé que cambiaré el mundo. La más desesperada búsqueda de todos los tiempos al fin da sus frutos.
Hay vida extraterrestre "inteligente"

Provengo de un planeta a mitad de camino de Marte y Próxima Centauri. Tras mi opinión sobre " El último encuentro " me resultaría muy difícil seguir ocultandolo. Así que ahí lo dejo. Soy alienigena.
Que cada cual lo asuma como pueda.

Sándor Márai sabe muy bien como asentar una idea en la conciencia del lector. Es imposible que alguien pase por alto, que los dos amigos de esta historia se reencuentran 41 años después.
Y es imposible a fuerza de repetición.

No veo necesidad alguna ni justificación poética en el hecho de que el autor recuerde más de 60 veces a lo largo del libro los 41 años de separación.

Hay más. Cito;

"luego examinó la pistola minuciosamente...era una pistola antigua, de seis cartuchos. Todos estaban en su sitio. Con un gesto mecánico guardo la pistola... (ahhh, pensé que iba a guardar una lechuga)"

Sinceramente en tres párrafos...sobran pistolas.
No es un hecho aislado. Rara es la página donde no hay este tipo de redundancias, repeticiones o ausencias de sinónimos sustitutivos.

Desconozco la lengua húngara. No se si esto es culpa de autor o traductora (Judit Xantus Szarvas en mi versión) pero a mi me entorpece, me disgusta y me descoloca a partes iguales.

No lo entiendo.
No comprendo como una pluma tan absolutamente abrumadora, llena de belleza desgarradora, de ideas sublimemente plasmadas, con descripciones exactas, cae una y otra vez en el más párvulo error de la escritura.

En poesía bien utilizado es bello. En prosa, un arma de doble filo y su abuso, una decepción.

La novela argumentalmente es muy floja. Una primera parte donde se habla del pasado visto desde el presente.

La segunda es un monólogo casi filosófico sobre la amistad, la fidelidad y la verdad.

El anfitrión no deja hablar al invitado, lleva todo el peso de la conversación. La búsqueda de esa verdad, como fin de un camino, para esperar en paz la llamada de la muerte.
Aquí si, lo reconozco, francamente hermoso.

Lo he dicho antes. Soy extraterrestre.
No tengo corazón. O tal vez mis latidos vayan a otro ritmo.
Carezco del menor interés por conocer la verdad de aquella ex y su séptimo círculo del infierno más de 20 años después.
Pasados 41, me la soplará justo el doble.

Soy así. No tengo remedio.
Ni lo quiero tener.
Superado cualquier duelo, no preciso respuestas y ante esta texitura, sinceramente, la novela me toca un pie.

Maestro y becario en un mismo renglón me sobrepasa, mi percepción, mis gustos y mi concepto de armonía están muy lejos de esta obra, a la que salvo de una peor calificación, porque hay partes soberbias, magistrales.
Únicas.

Pero cuando un romano sube y baja de su corcel demasiadas veces en un trayecto, no puede evitar acabar con el culo escocido.

Lego todos mis libros a mi esposa y dos hijas. No os gastéis un chavo en misas, no se me espera en el cielo.
Gastarlo en viajes y buena gastronomía.
El coche es del banco, devolverlo o quemarlo, lo mismo me da.
No tengo reproches pendientes ni verdades por confesar, entre otras cosas porque lo que no te he dicho ya, no lo oirás jamás.

Amantes de Sándor Márai, gracias por la espera. Ya tengo todas mis cosas en orden.
Procedan a asesinarme.
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