Todos pájaros

La transmisión, tal y como tú la concibes, no existe, la única transmisión que existe es genética y la genética es sorda y ciega a cualquier afecto, a cualquier dolor. ¡No está en la sangre ni en la carne! ¡Está en la cabezal No es más que psicología de mierda! Una educación culpabilizadora porque todavía no hemos encontrado la forma de contar el pasado a los niños sin darles el coñazo y, si les traumatizamos, es porque queremos que estén traumatizados, ¡no aceptaríamos que lo superasen! Así que se inventó esa palabra, «transmisión», se les dice «transmisión» y no «asesinato» porque eso no se dice, se les dice «memoria, el peso de los antepasados, responsabilidad hacia el pasado ¡y se les mata! Porque sentimos pena, una pena negra infinita. ¿Cómo explicar si no que no aprendamos nada, que, generación tras generación, volvamos a empezar?

¿Por qué? ¿Por qué un embrión se desarrolla para acabar siendo esto o esto? Yo quería dedicar mi vida a intentar resolver este enigma pero, ¿de qué servirá entender el porqué de nuestro origen cuando, al mirar tu cara, me entran ganas de quemar la calle? Es desesperante...

¿Hasta qué punto debemos atarnos a nuestra identidad perdida? ¿Qué es vivir entre dos mundos? ¿Qué es un emigrante? ¿Qué es un refugiado? ¿Qué es un mutante?

No me gustaría ser palestino hoy en día. Es un pueblo que solo tiene de pueblo su parte animal. Son bestias, jaurías, asesinos. Si hay una verdad, es esta y esta carnicería lo demuestra. Viven en jauría, se reproducen en jauría, rezan en jauría y el islam es su hueso. Lo roen como perros. Envían a sus hijos a la muerte, condenan a sus poetas, vejan a sus mujeres y la gente se atreve a compararnos, se atreven a decir que judíos y árabes son razas semíticas. Tenemos tan poco que ver con ellos como los pájaros con los peces. No son más que vástagos de tribus subdesarrolladas que desembarcaron aquí con fuego, violación y sangre, y hoy se atreven a reclamar esta tierra cuando no son más que ladrones, se atreven a hacerse las víctimas cuando solo son criminales, exhiben los cadáveres de sus hijos, las lágrimas de sus mujeres y nos acusan, a nosotros, de exterminarlos.

Te hablo de una culpa que es un don. Una culpa específica de nuestro pueblo. Que ningún otro pueblo puede sentir porque la nuestra nació de lo que padecieron nuestros padres y nuestros abuelos. La culpa del superviviente. Guía cada una de nuestras decisiones y me libera de todo. Cuando pienso en los que me precedieron me doy cuenta de que no he sufrido nada. Ellos son gigantes y nosotros, enanos, y si podemos ver el mundo es porque nos llevan sobre sus hombros. E incluso si un día tuviese que pasar por lo que ellos pasaron, pensaría que lo pasé pero después de ellos.

Yo era el último de un linaje de pájaros sin rama, sin puerto, sin nada, yo, el pequeño superviviente que vio despedazar a su hermano a hachazos para dar de comer a los perros a los que todavía oigo masticar, pisaba tierra firme llevando sobre mis hombros el exilio y el infortunio de todos mis antepasados.

¿Y por qué el amor de mi madre me mata cuando es capaz de decir al mismo tiempo te entiendo pero no te defenderé?

WAHIDA: Me encanta tu forma de hablar a las chicas. ¿Y el alma?
EITAN: Un genoma. En el mundo celular no hay jerarquía.
WAHIDA: Contigo la identidad se vuelve algo simple.
EITAN: Cuarenta y seis cromosomas.
WAHIDA: ¿Y el amor?
EITAN: El amor, el holocausto, el testimonio, la memoria, la amistad... Cuarenta y seis cromosomas.
WAHIDA: ¿Las promesas, la ternura, el humor?
EITAN: Cuarenta y seis cromosomas.
WAHIDA: ¿Mi cara? ¿Mi piel?
EITAN: Cuarenta y seis cromosomas.
WAHIDA: ¿Mis labios?
EITAN: Cuarenta y seis cromosomas.