 |
Hay historias sencillas que pueden llegar a calar más hondo que algunas con más pretensiones. Empecé la lectura de esta novela sin saber apenas nada, sin referencias pero con ganas de encontrar algo diferente. Y comencé por conocer un barrio, un barrio cualquiera en una ciudad cualquiera. Empezamos sabiendo que este barrio ha conocido tiempos mejores y que ahora sólo hay calles semi desiertas y bloques de viviendas casi abandonadas. Se habla de crisis galopante, de inseguridad, incluso de amenaza de guerra. Y es en ese barrio donde viven nuestros protagonistas, el grupo de amigos más atípico que recuerdo y que se ha convertido también en uno de los más entrañables. Imposible no encariñarse con Clara, Sonia, Ivanka y Juana, las chicas de la pandilla. Y de George. Y también de Agueda y su nieto Alex, y de algún vecino un poco más capullo que pulula por ahí. Imposible no esbozar una sonrisa cuando aparece un ser venido de otro mundo pero que viste tan mal que parece de este. Y ya no os digo nada cuando te enteras de que hay una terrorífica amenaza que quiere acabar con todo y con todos. Y que pese a sus diferencias no les queda otra que unir sus fuerzas para luchar contra eso que quiere acabar con la vida tal como la conocen, aunque sea una mierda de vida, dicho sea de paso. Y es aquí donde la historia se convierte en algo especial. Porque mientras en tu cabeza suenan los Buzzcocks, Suede o Einsturzende Neubauten ( ¿ en serio , era necesario tener que intentar pronunciar eso??? ), paseas con Bowie dentro del Laberinto o te imaginas bailango pogo en un concierto con Cande y Clara2, lo que al final te queda es esa historia de amistad y superación, de saber que formas parte de algo aunque todo a tu alrededor se caiga a pedazos. Y al final te sientes un poco triste porque esos personajes han dejado más huella en ti de la que creias. ¡Que les has cogido carño, vaya!!! ¡ Menuda fiesta ha montado Yuri, y con banda sonora y todo! |
>
