Agujeros de Sol

Hay momentos en que uno tiene que mantenerse cauto a la hora de recomendar una historia. Frenar su entusiasmo, tratar de relativizar las emociones que ha experimentado a lo largo de la lectura y procurar ser lo más objetivo posible en la visión personal de todo lo que ha leído. Yo no soy de esos.
Puede que eso me convierta en peor lector. Puede que esa liberación de mi entusiasmo vaya en contra de una obra que no necesita ni un ápice de mi defensa, que ya va arrastrando una avalancha de reseñas positivas, incluso antes de que esta viera la luz. Pero es que me cuesta ser objetivo cuando tengo delante un producto que me lo ha hecho pasar en grande.
Y es que desde un comienzo absolutamente delirante en donde Nieves Mories pones las cartas, sus cartas, sobre la mesa y te invita a que te adentres en un escenario de pesadilla, la autora te lleva de la mano a que descubras cómo de retorcida puede ser el alma humana.
En agujeros de sol conoceremos a una familia de bien, de esas que se sienten cercanas en su alejada realidad. Una familia cuyo linaje esconde tantas oscuridad como verdades. Cada uno de los miembros de esa familia nos va a aportar su punto de vista de una trama compleja que estalla desde las primeras páginas de esta historia, aportándonos una amalgama de personajes tan bien definidos que te es imposible no quererlos. del modo en que ellos te han enseñado a hacerlo, claro.
Y es que Nieves ha conseguido culpabilizar en esta historia hasta al propio lector, al cual habla abiertamente para hacerle partícipe de los hechos que va a narrar. A un lector que disfruta con la violencia pero que se esconde tras la puerta para no mancharse las manos. Un lector que aplaude ante las torturas, las psicológicas y las muy visuales, que se regocija ante los chorros de hemoglobina que empapan las hojas de esta novela, que humedece sus labios cuando intuye los gritos. Nadie es inocente en esta historia y eso, por mucho que duela, nos gusta.
Al fin y al cabo, Dante localizaba su infierno rodeado de hielo puesto que la frialdad en los corazones no deja de cobijar a todos los demonios.