Se trata de la continuación de Ana de las Tejas verdes. Aquí la protagonista ya es un adolescente de dieciséis años y aunque ha madurado no ha perdido la gran imaginación ni la rebeldía que la caracterizan y que la llevan a caer permanentemente en divertidas situaciones problemáticas. En esta segunda parte conocemos a nuevos personajes y vemos la evolución de otros con los que ya nos habíamos encariñado. Seguimos disfrutando de los idílicos paisajes de la Isla del Príncipe Eduardo y de la magnífica narrativa de la autora. Fue un placer reencontrarme con esta historia. La lectura conjunta organizada por @raquel.lectora también contribuye al deleite. Es una lectura ágil, tan divertida y conmovedora como la primera parte. |