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Las mejores frases de El pastel de manzana de Nathalie (10)

Mamen212
Mamen212 09 January 2023
A veces hay pulsos que es necesario aceptar.
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Laubythesea
Laubythesea 22 August 2021
Recordó cuanto beneficio reportaba al espíritu hacer algo por el prójimo.
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viajera_literaria
viajera_literaria 12 August 2021
Fue entonces que alzó los ojos y su mirada se encontró con otra: fuera de lugar, nueva, desconocida, grande y azul, como el azul lavanda de la fachada de madera del Café Patisserie Maison Blanchard, o el de las pequeñas hojas que moteaban su pastel de manzana.
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meg
meg 25 September 2020
–No importa lo que digan los demás. Tú… eres joven y preciosa. Lo mejor que me ha pasado. Tú me haces feliz. Sólo con mirarte. Desde la primera vez que te vi… El que diga que te aprovechas de mí es un envidioso o no sabe de lo que habla. Porque no fuiste tú, fui yo el que te encontré, detrás del escaparate. Y desde entonces no pude quitarte de mi cabeza. Por eso iba cada día a la confitería: no a buscar tu pastel de manzana, Nathalie, sino a buscarte a ti.
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Airin
Airin 14 June 2021
Así es la guerra. Nadie, salvo los que la promueven, tiene la culpa. Y menos los hijos de los que combatieron.
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ruthrodrigueztf
ruthrodrigueztf 22 March 2024
Todas las mañanas a las ocho en punto, coincidiendo con el tañido de las campanas de la iglesia justo en la misma plaza, Nathalie sacaba al escaparate de la confitería su pastel de manzana.
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Airin
Airin 14 June 2021
Pero Nathalie estaba segura de no necesitar a nadie que cuidase de ella. Se tenía por una mujer independiente: sabía cuidarse por sí misma sin tener que dar cuentas a nadie y menos a un hombre.
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meg
meg 25 September 2020
Nathalie sonrió, regalándole sin saberlo lo que Paul en realidad más anhelaba. Y es que ella ignoraba que aquello que el muchacho se detenía a observar cada mañana a las ocho en punto, coincidiendo con el tañido de las campanas de la iglesia justo en la misma plaza, no era el pastel de manzana de Nathalie, sino su sonrisa; aquella sonrisa rosada, velada de vapor de caramelo, necesariamente dulce; aquella sonrisa, simplemente una sonrisa… cuando hacía tanto, tanto tiempo que nadie le sonreía.
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meg
meg 25 September 2020
(…) alzó los ojos y su mirada se encontró con otra: fuera de lugar, nueva, desconocida, grande y azul, como el azul lavanda de la fachada de madera del Café Patisserie Maison Blanchard, o el de las pequeñas hojas que moteaban su pastel de manzana. Tras el desconcierto inicial, Nathalie recobró la sonrisa. Sin embargo aquel hombre (aunque de haberse fijado mejor Nathalie habría concluido que no se trataba más que de un muchacho), un hombre fuera de lugar, nuevo y desconocido, no se la devolvió. Muy al contrario, escondió la mirada y se marchó calle abajo con la cabeza gacha bajo la gorra y las manos metidas en los bolsillos.
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meg
meg 25 September 2020
Búscate un buen hombre… Nathalie dudaba de que verdad hubiera buenos hombres. Los había menos malos; amables, simpáticos, atractivos… Pero buenos… A su modo de ver el hombre era un ser egoísta por naturaleza. Ni siquiera su padre había sido un buen hombre en el estricto sentido de la palabra. Fue un padre severo y desapegado; trabajador, sí, en la medida de lo que se espera de un hombre; pero nunca había hecho por la familia tanto como su madre. En cuanto a todos aquellos que alguna vez la habían rondado, los que la habían invitado a ir al baile, a la feria o al cine de verano, no tenía mejor opinión de ellos: vanidosos, superficiales, egocéntricos… solía aburrirse de ellos a la tercera cita. Ahora todos estaban casados con mujeres que les habían dado montones de hijos, los cuales criaban para ellos; que a diario les lavaban la ropa, les preparaban la comida, les limpiaban la casa y les encendía la pipa antes de irse a acostar a un lecho en el que se encontraban tan solas como ella. Tampoco Roland fue un buen hombre; de hecho, era el peor de todos. Quizá porque fue el único del que se enamoró, cuando sólo era una chiquilla y se creyó aquel cuento de que podrían casarse y ser felices. Pero Roland tenía otros planes y la dejó con el vestido blanco estirado sobre la cama. Se marchó del pueblo y nunca más supo de él. Aquel fue el único día de los últimos cien años en que el pastel de manzana desprendió un aroma amargo y supo salado como las lágrimas.
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