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Creo que este libro se fundamenta en el “menos es más” y, en que muchas veces, la simplicidad y la sencillez son las mejores aliadas para rozar la felicidad o la perfección. Y es que la felicidad está en las pequeñas cosas, en las pequeñas librerías de barrio, las de siempre, con ese toque hogareño, distendido y encantador. Podría decir que me ha gustado, aunque no especialmente. le pongo varios puntos positivos por la agilidad de la lectura, la corta extensión de los capítulos y lo entrañable de la historia, si bien es sencilla. Por el contrario, la pluma no es nada del otro mundo, pues el autor utiliza una prosa sencilla y va muy al grano. A pesar de la simplicidad de la historia, la protagonista me ha parecido amigable y la he cogido cariño desde un primer momento. Se trata de un libro sobre la importancia de las librerías y el poder tan inmenso de la lectura. Por ello, libros y genialidades de la literatura tienen su momento en el libro, lo que me ha supuesto una oportunidad de conocer nuevos autores, como Mascha Kaléko (poetisa de Polonia). Es un libro perfecto para compaginar con libros más densos, para acompañar con una taza de café o para leer en el metro de camino al trabajo. No necesitas un ambiente de concentración para disfrutarlo y entenderlo, pues la lectura me ha resultado ligera y no trata temas ni profundos ni abstractos. La historia que nos narra no destaca ni por el estilo de escritura ni la originalidad ni porque tras su lectura, llegues a grandes reflexiones. ¿Me arrepiento de haber leído este libro? No. ¿Me arrepiento de haberlo comprado? Sí. Sinceramente, si os decidís por leerlo, lo cogería de la biblioteca. Leer y devolver. Si finalmente lo leéis, no debéis ir con ninguna expectativa o idea preconcebida para que os resulte curioso y ameno. Para mí se queda en un libro más en la lista del haber.
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