Isaac me besaba con la vista, me tocaba con los ojos, me hablaba con sus manos.Y tuve miedo. Y también paz.
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Isaac me besaba con la vista, me tocaba con los ojos, me hablaba con sus manos.Y tuve miedo. Y también paz.
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"Lo importante es sentir que en el corazón de otra persona hay un hogar para tí "
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Me había hecho vivir en una burbuja que me había estallado en la cara. Pero dicen que las cuestiones del corazón son las más complicadas, que no entiende de razones. Porque uno puede elegir el camino, pero no a las personas que va a conocer en él. Puedes escoger a las personas que te rodean, pero no aquellas que te iluminan el pecho. Quizá incluso puedes elegir con quién estar, pero no de quién te enamoras. Y es que el amor no es lo que tú quieres sentir, sino lo que sientes sin querer.
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En ese momento me pareció que eran el mundo y el cielo los que me rozaban. Eso me hacía sentir Isaac con sus manos llenas de tanto, de todo.
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Las cosas no se miden por su tamaño, sino por su intensidad.
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Se trataba de su silencio. Después de todo, los silencios dicen más que las palabras y pueden dañar más que un grito. Me ocurría lo mismo cuando de pequeña hacía alguna trastada y la tía, en lugar de castigarme, no me dirigía la palabra durante un rato, hasta que yo entendía. Y también con Gabriel... Sus silencios —junto con los de los demás y otras muchas cosas— le habían costado todo, va bien asfixiado.
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—Ratoncito — murmuró con su serena voz—, a veces ni un perdon a tiempo puede cambiar lo que se ha hecho. Antes de romper algo, piénsalo bien. La próxima vez quizá no sea un objeto y, entonces, el daño será irreparable.
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¿Sabe lo que me susurraba la tía cuando lloraba? «Tesoro, una vez leí que una gran escritora afirmaba que llorar no es síntoma de ser débiles, sino de estar vivos. Hay que llorarlo todo, Carolina, desde la alegría y el amor hasta la tristeza, pero llorarlo bien.» Me lo decía porque yo no quería llorar nunca, como si las lágrimas fueran un signo de blandos.
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Justo la mirada es lo único que puedes sentir en toda la piel.
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A veces hay que hacer las cosas, aunque te asusten. Y si tienes miedo, incluso hacerlas con él. Porque el miedo puede provocar que perdamos más de lo que quizá ganaríamos.
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La edad de la inocencia