Nefando

A veces ocurren milagros. 

Existen momentos tocados por una mano mágica, invisible, que envuelve a artistas, poetas, novelistas o escultores, entre otros. Artistas con un ojo demasiado crítico, o más bien acrítico, con el que miran más allá, donde nadie más parece hacerlo. La obra de Mónica Ojeda se mueve en estos parámetros. Con una prosa que nos lleva de la mano hasta soltarnos para realizar un ejercicio de funambulista: debemos mantener el equilibrio siempre encima del precipicio, del abismo más oscuro en el que viven los monstruos más aterradores, pero también las criaturas más bellas si nos atrevemos a bajar la mirada y desafiar al vértigo. 

Nefando nos sitúa en la piel de un cronista, un reportero quizá, alguien que trata de recomponer los pedazos de una historia turbia. Un personaje del que no sabremos su nombre y que se limita a escuchar lo que ocurre en sus entrevistas. Unos hermanos han creado un videojuego en el que aparecen vídeos de abuso y pornografía infantil. ¿Un detalle perturbador? Los protagonistas de dichos vídeos son estos tres hermanos cuando eran niños.

Para contar esta historia, Ojeda se vale de varios recursos claves, no sólo de un lenguaje poético, crudo y terrorificamente bello, sino también imágenes. Engarzadas a una frase en las que el significante casi parece ser más importante que el significado. En Nefando veremos a una autora con un gusto estético superlativo. 

«Tragarse a los padres, en cambio, es lo natural: no es parricidio, sino comunión, no es la búsqueda de perpetuarse sino la única forma posible de nacer. Iván preguntó: ¿cómo chingados se come uno a sus padres? Y Emilio le respondió: quitándoles lo único que tienen: su autoridad.»

Con personajes llevados al límite de sí mismos, la autora utiliza varios tipos de narrador con los que fragmenta la historia en varios puntos de vista. Caótico, desordenado, Nefando cumple la premisa que empieza en el título de la novela. Todo el texto es un éxtasis, es imposible pasar por un texto de Mónica Ojeda sin sentir, sin que nuestros sentidos entren en ebullición. Una trama cargada de sexualidad, violencia, una exploración de nuestro yo más primigenio. Ahí es donde mira la autora ecuatoriana. al igual que en otros de sus títulos como Mandíbula con los que hay cierta conexión, en Nefando se respira esa atmósfera delicada de lo extraño e inusual: una puerta abierta a seguir leyendo bajo tu propia responsabilidad. Lo que espera detrás de la bruma es tu visión del abismo. Un abismo que puede devolverte la mirada y mostrar una realidad de ti en la que nunca habías reparado. 


Todo lo anterior para resumirlo en una frase: a veces, ocurren milagros.

No sé cómo hablar de este libro. No sé qué decir, no encuentro palabras para las sensaciones que me ha dejado, para la revoltura de estómago, para la desazón.

Entiendo que la autora quería llevar a cabo un ejercicio literario, quería darle palabras a esas cosas que no tienen lenguaje, que son tan terroríficas, tan oscuras, tan horribles, que no tenemos palabras para nombrarlas, porque preferimos no hacerlo. Preferimos no mirar, no nombrar, porque nombrar hace que las cosas entren en el mundo de lo humano.

Es indudable el talento literario de Mónica Ojeda. Su manera de escribir, su capacidad para la construcción de personajes, las reflexiones que se cuelan en su escritura, incluso, la capacidad de escribir sobre la vi0lencia más profunda, más terrible.

Pero, a pesar de eso, y a pesar de que aprecio el ejercicio que ha querido hacer, no creo que le recomendase este libro a nadie. Si os apetece leerlo, os recomiendo que antes miréis los avisos de contenido: en este libro se habla de abus0 s.xual, de t0rtura a animales, de vídeos de esas v.olencias rondando por internet, de automutilaci0n, etc.

La autora mira a esos temas desde la perspectiva de quién los lleva a cabo y/o los justifica, y creo que ahí está el asunto: revuelve, porque es una perspectiva terrible, porque angustia mucho meterse en la cabeza de alguien que justifica esos comportamientos como inevitables, que los considera inherentes a la naturaleza del ser humano.

Por otra parte, me quedé con la sensación de que, al escribir desde la subjetividad de esos personajes, no hay ningún resquicio que permita introducir una confrontación ante esa idea, una crítica a esos pensamientos y a esas justificaciones. Mi sensación fue la de ir quedándome sin aire frente a un universo oscuro y lleno de cosas terribles que parece inevitable.

En cualquier caso, creo importante matizar que, a pesar de escribir desde ese lugar, queda muy claro que la autora no justifica a ninguno de sus personajes ni sus comportamientos. Simplemente, tengo la impresión de que quería ver dónde están los límites del lenguaje frenta a las vi0lencias más indecibles.

Fracciones de entrevistas, de escenas cotidianas de seis jóvenes que conviven en un piso, de foros de Internet hablando sobre un videojuego atípico o de una novela dentro de esta obra configuran la pluralidad de voces de Nefando. La propuesta del texto como puzle que se va recolocando conforme se avanza en la lectura genera intriga sobre cómo relacionar las distintas partes y cómo gestionar el mosaico final que constituye esta obra. Cada uno de los pedazos va precedido por un título en negrita que nos indica sobre quién trata esa parte del escrito, dónde se ubica el personaje o escrito y datos adicionales como la edad o una breve descripción del personaje. A pesar de que cada uno posea rasgos distintivos propios, los tres jóvenes que conviven con los hermanos Terán comparten una actitud inconformista ante el sistema establecido, exploran su sexualidad e ignoran la finalidad última que llevó a los Terán a incluir en el videojuego unos vídeos que no dejan a nadie indiferente.

Aunque sus compañeros acaparen casi toda la novela, las voces de Irene y Emilio Terán aparecen para descubrir que su padre abusaba de sus tres hijos. Cecilia, en cambio, se expresa con su propio lenguaje. La elección de cómo narrar estos maltratos supone un golpe en la mesa por parte de Ojeda. Podría haberlo contado entre líneas o con indirectas. Sin embargo, se opta por detallar las vejaciones a las que son sometidas los pequeños. Estas primeras experiencias sexuales se retratan sin tapujos, sin adornos ni filtros. La gestión de estos abusos por parte de las víctimas choca con la imagen de adulto sufridor que la mayoría de la sociedad dibuja en su mente cuando conoce casos de pedofilia. Los Terán son distintos.

En Biblioteca de la pornovela hype se aborda la sexualidad de dos muchachos que experimentan con su cuerpo, con el de otros chicos, chicas y observan cómo los adultos practican sexo con alumnos en contra de su voluntad. No impiden el abuso. Lo disfrutan como una forma más de sexualidad. Les excita todo lo que sacie su apetito sexual y lo hacen. Este relato, concebido por la autora ficticia Kiki Ortega, responde a las cuestiones que ella se plantea sobre los límites de la palabra y retorcer el lenguaje acariciando sus asperezas. Probablemente, las reflexiones puestas en boca de esta escritora sean un trasunto de Ojeda, ya que las ideas con las que teoriza Ortega se reflejan en la práctica en esta novela.

En cuanto al videojuego que comparte título con esta obra, las personas que lo han probado coinciden en que no es para jugar sino para observar y fijarse en lo que nunca miramos. al arrancar la partida, después de haberlo encontrado en una página web de la Darknet, aparece una mujer desnuda dormida en una cama que está ubicada en una habitación oscura. Los jugadores eligen qué ocurre después. Cada experiencia nos muestra un posible resultado de las elecciones realizadas por el jugador. al igual que en la novela de Ojeda, no hay una narrativa lineal. Solo piezas de un puzle que dan paso a otras que, a su vez, conforman una historia según el desarrollo de la partida.

Nefando relata sin rodeos la sexualidad, su despertar, su exploración y las narraciones que de estas experiencias se desprenden en forma de reflexiones, impresiones, un videojuego o de una novela dentro de la novela.
Lee la reseña completa en: https://elbohemiodehojalata.wordpress.com/
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Es una novela coral sobre seis jóvenes que comparten departamento en Barcelona, en cuyas habitaciones suceden actividades turbias e inquietantes, donde se explora el territorio del cuerpo, la mente y la infancia, y sobre la creación de Nefando, un videojuego alojado en la deep web, que no se jugaba: se leía, se espiaba, se temía y que provocó una investigación policial en España.

Este libro se encuentra en el top de los más perturbadores que he leído. Es una historia cruda e incómoda, en la que se retrata el lado más oscuro del ser humano.

La lectura no siempre facilita o propone un camino en línea recta. Y menos aún cuando se revela como un ejercicio incómodo y sórdido que nos impide disimular los surcos en la frente y la mueca desagradable de la conciencia.

El horror conmociona sobre todo cuando se descubre como algo inasumible que no puedes apartar de la realidad porque forma parte de la misma.

La premisa de la que parte el libro es la creación de un videojuego experimental alojado en la deep web. Una premisa que se va alimentando de los oscuros espacios físicos y mentales de los seis compañeros de piso que intercalan sus discursos en la estructura de la obra.

A nivel individual son muy interesantes las particularidades de cada uno de los personajes: la necesidad de la escritura y la perversión del lenguaje, el autocastigo, la relación aséptica con el abuso y el desgarramiento como precursor del vacío íntimo. Todo ello descrito con una minuciosidad poética que permite rellenar varias páginas de fragmentos dolorosos pero bellos y necesarios.

No es una novela apta para sensibles ni para aquellos que busquen un espacio donde no pensar. Pero sí lo es para quien comparte de algún modo, metafórico o no, la visión de un mundo hostil que nos pertenece y al que pertenecemos aunque nos creamos libres de toda responsabilidad.
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