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«Quisiera poder agarrarme a algo que nunca falle, que nunca caiga. Lo ineludible. Busco una garantía. Volver a la primera voz. Necesito que nada malo nos vuelva a ocurrir y yo pueda concentrarme en arreglar esta ruina. Volver al primer llanto para saber que hay una mano que me acunará hasta el silencio.» Rosa Moncayo ha escrito un libro sobre una pareja al borde del abismo, una novela que nos muestra retazos de una vida que empieza a sentirse insuficiente, vacía, para quien nos cuenta. La narradora explora los límites del afecto, de las relaciones y de sí misma mientras se pregunta cómo ha acabado en esa rutina, en esa suspensión; lo hace de manera pausada, breve, atenta, a través de una primera persona que va recordando su pasado como quien trata de unir las piezas de un puzzle esperando que todo cobre sentido, como quien se da cuenta por primera vez de la magnitud del nudo en su pecho y trata de ir desenredándolo, aunque eso suponga despedidas, recordar, mirarse a una misma y no huir de todo ello. «Supongo que habría que prevenir a la gente de esas cosas, que todo puede morir y todo lo puedes perder [...]» Escribir desde el no saber, escribir para intentar poner en claro imágenes, recuerdos y sensaciones difusas, contradictorias. Escribir para romper una burbuja que se ha ido sintiendo casa a pesar de que asfixie. «A decir verdad, llevo toda mi vida intentando aprender a conformarme con el silencio [...]» Meterse en la intimidad de una pareja, de una persona, supone ver sus contradicciones, sus deseos, sus fallos. Y aún así, todavía hay partes que no se nos cuentan, que se guardan. Y aún así, todavía es extrañamente tranquilizadora la forma en que este libro te hace sentirte un poco menos sola. |
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