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Hay veces que a un libro se lo perdonas casi todo. Da igual que en plena efervescencia argumental César Borgia se tome un descanso y nos ofrezca una tarde de toros en el corazón de Roma, brindis incluido. Sin venir a cuento. ¡Ole, Ole, Ole! Más aceptable es que a los de Xàtiva ( municipio valenciano) y su círculo privado los llamaran los catalanis, apoyado en leyendas y tomando a toda la población de la ciudad eterna por estúpidos, quien sabe... como tampoco son un ejemplo a seguir, renuncio a llamarlos los valencianis. Pero, ¿a qué se debe el perdón? A esa sensación de vacío que te deja un libro cuando lo acabas, y a la despedida de unos personajes que te han abstraído del precioso panorama que nos acompaña, que se han convertido en parte de tu familia y que te han hecho disfrutar mucho, muchísimo. ¿No es acaso esta, la razón fundamental por la que leemos? Pues Jorge Molist con su bilogía, ha metido más veneno en mis venas. Por historias como esta... Yo, leo. Tiempo de cenizas tiene una carga más histórica que su primogénita, además muy bien estructurada. La familia Borgia cobra mucho protagonismo y los datos ofrecidos por el autor, en lo fundamental son ciertos, aunque Jofre y Lucrecia no tienen casi protagonismo, y ambos fueron más importantes de lo que Molist los pinta. La inquisición cobra mucha fuerza en el relato, de hecho, nos acompañará hasta el final del mismo, esperado y a su vez inesperado ( se muy bien lo que digo) Puede que Joan ( el protagonista) parezca el ombligo del mundo, pero no olvidemos que es ficción histórica y que el resto de grandes conocidos son actores secundarios. Si buscas histórica ortodoxa, mejor acude a catedráticos como Corral, eso sí, son más aburridos. Maquiavelo y González de Córdoba tienen su espacio, el florentino incluso, todo un don Juan. El gran valor del texto es su endemoniada narración y ritmo, 700 páginas sin descanso, si pestañeas te lo pierdes. No puedo dejar de mencionar a Abbdala, uno de esos personajes que se quedan para siempre, por su calma, por su honestidad, por su amor a los libros y a la buena caligrafía y sobre todo, por sus enseñanzas. 1400 páginas en dos obras, que sin ser alta literatura, combinaron perfectamente conmigo, claro, que yo siempre prefiero el chocolate al pato con una naranja rellenando su...su... El sitio ese donde la espalda pierde el nombre. ¡¡Me he puesto las botas!! |