La historia es tan buena y se empapa tanto del personaje clásico que para nada chirría la actualización de Sherlock al Londres actual, con sus móviles, ordenadores y GPS, elementos perfectamente integrados en la trama. Al más puro estilo de Conan Doyle, el cómic no da un solo respiro y está plagado de momentazos aderezados por un estudio de personajes muy currado (los rostros imitan a los actores de la serie) a nivel de gestos. La relación entre Sherlock y Watson queda perfectamente definida, una extraña simbiosis en la que Sherlock aporta la sal que el doctor necesita, y John aporta el contrapunto realista, el ancla con el mundo real, tan necesario para Holmes. Para bebérsela una y otra vez. |