Los sueños de la primavera

Acercamiento a la literatura japonesa de la mano de Teru Miyamoto, que no me ha cuajado sobremanera. La historia nos acerca a la Osaka de los los años 70, de la mano del joven Tetsuyuki, quien a raíz de las muchas deudas que su padre fallecido les ha legado, se ve obligado, junto a su madre, a dejar su domicilio familiar acosado por los acreedores.  Emprenderán una nueva vida, cada uno por su lado, intentando trabajar para conseguir la cantidad reclamada, con la angustia de la violencia de sus acosadores sobre sus cabezas. La noche que se traslada a su nuevo hogar, Tetsuyuki atraviesa por accidente con un gran clavo a un lagarto que circulaba por la pared. Lejos de morir, el animal se convierte en un confidente y un alter ego de nuestro protagonista que le acompañará en los acontecimientos relevantes que le harán dar el salto simbólico en su vida, hacia la madurez y la edad adulta.

Una trama muy onírica y llena de simbolismos, que recoge los grandes temas de la literatura oriental y japonesa: filosofía, religión, amor, sexualidad… Muy poética por momentos, llena de extractos filosóficos cuasi aleccionadores que nos empapan de la cultura del país, y con una ambientación centrada en la ciudad, sus costumbres, su día a día. En definitiva, todo un conjunto de pros, pero que en mi caso no he disfrutado plenamente. Siento que ha sido una historia con un potencial tremendo, cuyos elementos trascendentales y surrealistas me encandilaron a priori, pero con un desarrollo que me ha dejado desmotivada.

He de reconocer que no soy nada experta en literatura japonesa y que apenas he tenido acceso a ella, y me parece un tipo de literatura que quizá hay que conocer más en profundidad para disfrutarla. Por ello, no puedo decir que no me haya gustado la novela, o no me haya enganchado la trama, simplemente no la he disfrutado, no he sentido necesidad de acudir a esta historia. Puede que me falte todavía mucho bagaje lector de este tipo y que mi opinión no sea la más fiable. A Japón y a mí, nos queda un largo camino por delante.

La literatura japonesa tiene algo especial; algo pausado pero llevo de significado. Esta historia no se queda atrás. Es verdad que las desventuras del protagonista, quien parece que nos narre la historia a pesar de estar escrita en tercera persona, nos llevan a juzgarle, aceptando o no sus decisiones.

Tetsuyuki Iryō no lo tiene fácil; debe lidiar con su realidad, que no es muy halagüeña. Aunque es más fuerte de lo que piensa, su lucha por avanzar, arrastrando todo lo que lleva detrás, le hace dudar de su propio futuro. Sus relaciones en el trabajo, con su novia, con su madre y, sobre todo, consigo mismo se centran en esa relación tan especial, llena de simbología, que establece entre él y un lagarto que se encuentra atrapado, igual que el propio Tetsuyuki.

Fácil de leer, amena en algunos momentos, cansina en otros, he leído este libro disfrutando de su historia, llegando a sentir a veces animadversión por él y otras veces mucha comprensión. Enfrentarse a la realidad de cada uno no es fácil, y eso nos muestra Tetsuyuki.

Un texto para la reflexión sobre el camino que toman muestras decisiones y nuestros sueños.

La vida de Tetsuyuki, el protagonista, está llena de desgracias: la deuda de su difunto padre hace que él y su madre se tengan que esconder para defenderse de los acreedores; Yoko, su novia, parece demasiado buena para él; es estudiante a tiempo completo y estudiante a tiempo parcial. Sin emabrgo, su viaje iniciático comienza la primera noche que pasa a oscuras en el apartamento en mal estado donde se refugia de la violencia que lo persigue por los errores paternos. Esa misma noche clava, accidentalmente, un lagarto en una columna de su piso. ¿Debería sacar el clavo y correr el riesgo de que el lagarto se desangre hasta morir? ¿O simplemente esperar hasta que muera de hambre? No hay nada más real que ese lagarto (posteriormente bautizado de manera cariñosa como Kin-chan) viviendo un año entero atravesado por un clavo y aquel que lo alimenta y siente, de manera onírica, que comparten el mismo cuerpo enjaulado. La molestia inicial se convierte en cariño, y el lagarto se convierte en el único compañero verdadero de Tetsuyuki.

Kin es una representación de la libertad y el amor por la vida. Sus sueños, su depresión, la confusión y la incertidumbre le hablan a Kin. al igual que Tetsuyuki y Kin, todas nos sentimos inmovilizadas y luchamos para encontrar la dirección en determinados momentos de nuestras vidas. Mientras escribe sobre este joven estudiante universitario atormentado, Miyamoto da vida a un mundo caótico, pero onírico, produciendo una descripción asombrosa de lo que significa llegar a la mayoría de edad. Así, el autor captura la forma, la textura y la intensidad de sentimiento únicas y típicas de los veinte años. En última instancia, Miyamoto se pregunta ¿por qué los humanos nacemos con diferencias entre nosotros? y, ¿qué significa habitar, ser libre, vivir? Y, para contestar, despliega un amplio abanico de analogías sobre el existencialismo y lo que significa estar libre. A medida que la trama avanza, la lectora se da cuenta de que todas somos un poco ese lagarto, clavado en una pared por un clavo, sabiendo cómo salvarnos pero con miedo a actuar. Por ello, la mayoría de las veces, optamos por una muerte lenta.
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En esta novela de crecimiento, ambientada en el Japón de los años 70, conocemos a un joven, que se ve obligado a huir tras el fallecimiento de su padre a causa de las deudas que éste le deja. Se verá abocado a un día a día solitario, entre un trabajo temporal y la universidad. Todo eso, con la compañía inesperada de un lagarto, que dará lugar a reflexiones y metáforas muy bonitas e interesantes.

Es un protagonista difícil, que pese a no haberme caído bien en ningún momento de la novela, logra trasmitir perfectamente sus sentimientos y anhelos durante este periodo de crisis existencial.

Se abordan muchos de los temas característicos de la literatura asiática, como son la filosofía, la búsqueda de la identidad, el trabajo, la sexualidad... Todo ello mediante el uso de una simbología muy rica y evocadora, que te sumerge de lleno en esta historia tan dramática y turbulenta.

Pese a que en muchos momentos la novela pueda resultar claustrofóbica y algo extraña, Miyamoto nos lleva de la mano, con un mensaje que va calando poco a poco durante todo el desarrollo de la novela.

Además, el estilo del autor es muy accesible y ligero de leer, por lo que creo que es una muy buena opción para quien quiera iniciarse en literatura japonesa. Y por si fuera poco, la novela está teñida de un regusto triste y nostálgico, ideal para esta época.

Destacar también esta edición, preciosa y muy cuidada, tanto en diseño como en maquetación y corrección. Incluye unas notas a pie de página muy completas, que teniendo en cuenta el origen y año de publicación del libro son un gran plus durante la lectura.
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Tetsuyuki Iryo es un joven japonés que nos narra su último año de universidad y todas las vicisitudes por las que pasa durante ese año previo a empezar su vida adulta, teniendo que sobrevivir a la soledad, las inseguridades y la gran deuda que su padre le dejó con la yakuza.

Es un libro de transición, superación, madurez; lleno de metáforas y pensamientos filosóficos.
Tiene un estilo narrativo muy sencillo y sobrio, lo cual facilita la lectura, aunque para mí gusto es demasiado mecánico.

Es un libro curioso, que te transporta a las calles de Tokio mediante una mirada muy intimista de la vida de Tetsuyiko, Yoko (su novia) y sus compañeros de trabajo.