Scarlett O'Hara, cuyo padre posee una gran plantación de algodón en el sur de Estados Unidos, tiene 16 años y no le interesan más que fiestas, vestidos y Ashley Wilkes, que va a casarse con Melanie Hamilton. Pero la situación política es cada vez más tensa y pronto va a cambiar. En sus más de mil páginas, recorremos junto a los protagonistas desde los meses previos a la Guerra de Secesión (1861-1865), la posguerra y la Reconstrucción hasta llegar al nacimiento de Ku Klux Klan. Scarlett es una protagonista imperfecta y eso hace que la historia sea más interesante. Es frívola, caprichosa, inculta y muy egoísta. No se parece en nada a las heroínas habituales. La guerra la cambia, pero no pierde su esencia. Rhett Butler también es un galán muy particular. Es arrogante, cínico, oportunista, inteligente y muy sagaz. A ellos los acompañan una amplia galería de personajes tan diversos como complejos y bien construidos: Gerald, Mamita, Pitty Pat, Priccy… Describe a la perfección las costumbres de una sociedad que está atravesada por la guerra y que no puede desprenderse de su pacatería a pesar de que al mundo que conocía se lo llevó el viento. Me asombró el gran manejo de la tensión narrativa por parte de la autora. El ritmo no decae a pesar de la extensión de la novela. También hay que resaltar los diálogos entre Scarlett y Rhett, verdaderos duelos dialécticos, que son la parte más divertida de la novela, porque tanto drama está amenizado con toques de humor. Mitchell refleja el punto de vista como sureña, no es imparcial y creo que no podemos exigírselo. Somos los lectores los que sin perder de vista la época en que fue escrita tenemos que ejercer nuestro espíritu crítico. El final, vertiginoso y que oprime el corazón, para mí es el que tenía que ser. |