Sí, Mangiku era totalmente afeminado en su hablar y en sus movimientos cotidianos. De no ser así, aquellos momentos en los que el esplendor del onnagata que acababa de representar, se diluían gradualmente como el agua del mar sobre la playa, se hubieran convertido en una zona divisoria entre el mar y la tierra. Una puerta cerrada entre la realidad y el sueño. la ficción de su vida era el sostén de sus interpretaciones escénicas. Y Masumaya opinaba que aquello era lo que distinguía al verdadero onnagata. Un onnagata es el hijo nacido de una relación ilegítima entre el sueño y la realidad.