Confesiones

Cuanto más idiota es uno, más se excusa de lo que no tiene excusa.

Los seres humanos necesitan cierto espacio físico y emocional, y cuando se viola ese espacio, surge el deseo de matar al invasor.

Las personas débiles encuentran que las personas aún más débiles son sus víctimas.

Cuando le comuniqué al director mi dimisión, me preguntó si era por lo que le había sucedido a Manami. Fue exactamente la misma pregunta que me ha hecho hace un rato la compañera Mizuki Kitahara. Es cierto que he tomado esta decisión a causa de la muerte de Manami. Sin embargo, si de verdad ella hubiera muerto por accidente, probablemente habría seguido trabajando aquí para olvidarme a ratos de la pena y también para expiar mi culpa. Entonces, ¿por qué lo dejo?

Porque Manami no murió por accidente. La asesinaron alumnos de esta clase.

La noche del día en que la única persona que amaba en el mundo se hubo marchado, al bañarme encontré el bote de champú vacío.
Así es la vida, una desgracia tras otra.
Sin más remedio, eché un poco de agua y lo agité enérgicamente hasta que el bote medio transparente se llenó de espuma. Al verlo pensé: ese soy yo. Licuar los escasos restos de felicidad y convertirlos en espuma para llenar el vacío.

Creo que la gente corriente puede que hayamos olvidado una verdad básica: no tenemos derecho a juzgar a nadie más.

Las personas débiles hieren a otras aún más débiles.

La felicidad es tan frágil y fugaz como una burbuja de jabón.

Las personas más lastimadas deben tener derecho a juzgar a quienes las lastimaron.