No oigo tu palpitar

Es lo primero que leo de este autor y sin duda puedo decir que no resulta para nada indiferente, es más, la novela es muy recomendable.
Gabriel, nuestro narrador y protagonista, pretende plasmar la vida de sus abuelos, Estanislao y Manuela, víctimas de una terrible posguerra, para que no caigan en el olvido, ya que esa generación que luchó con uñas y dientes para salir adelante después de una situación horrible, son ahora personas las que nadie tendrá en cuenta cuando falten, a pesar de haber sufrido las penurias que trajo consigo el régimen, pero que no son importantes para las estadísticas de los de arriba.
El autor relata con una pericia increíble, cómo las leyes se aprueban y se derogan del mismo modo que se alzan y se derriban monumentos.
A través de alusiones a la ley de memoria histórica, nos muestra los vacíos que quedan, en cierto modo sólo se han tenido en cuenta a una parte de los afectados por esa terrible guerra fratricida, dejando de lado a los muertos del otro bando, en ocasiones asesinados incluso por los suyos, y dejando también en el olvido a aquellos que tuvieron que sobrevivir a la devastación que la guerra dejó.
La novela se lee de forma rápida y fluida, con un lenguaje natural que, a los que ya tenemos una edad, nos parece estar escuchando a nuestros padres o abuelos relatando las vivencias que tuvieron que atravesar. Toca muchos temas de interés: la España vaciada, la emigración, la política de ayer y la de hoy, repitiendo una y otra vez los mismos errores (mismo perro, distinto collar), la exhumación de los restos de Franco, la figura de la mujer de antes siempre sacrificándose por los suyos, sin poder aspirar a nada y adaptándose de forma magistral a las duras circunstancias, el amor basado en el respeto, la diferencia de clases, la hambruna, la pobreza, el papel de la iglesia en la época de la posguerra,...
Sin duda es una historia de un pasado que sigue estando muy presente actualmente ya que las situaciones se repiten.
Muy recomendable

El esqueleto del abuelo de Cándido García fue rescatado de las cunetas en las que echaron a los cuarenta y nueve fusilados en el puente del Romanzal y ahora descansa, con todos los honores póstumos, bajo un monolito expuesto en el cementerio. Los abuelos del narrador, Estanislao Olivera y Manuela Rodríguez, no sufrieron el atropello de los paredones y su memoria no parece digna de rescatar ni redimir. Cuarenta años de juventud de una vida reprimida bajo el peso de la dictadura no tienen cabida en las leyes de restauración de la memoria histórica. El nieto se pregunta, antes de acometer la colosal tarea de darles voz, ¿por qué será que los muertos siempre reportan más ventajas en el manejo tendencioso de la memoria?

Aunque no fueran víctimas de la guerra, Estanislao y Manuela sí que fueron víctimas de la desmemoria de una ley que no los tiene en cuenta por no haber sido fusilados ni sus huesos exhumados de alguna cuneta. La cuneta de Estanislao y Manuela (y de tantxs otrxs) es otra, no se halla junto al puente Romanzal ni a ningún otro. El olvido cubrirá sus nombres cuando no quedará nadie vivo que los recuerde, cuando nadie irá al cementerio a limpiar ni a dejarles una flor. Por ello, el nieto-narrador se convierte en el cronista de su familia para restituir la memoria de la que les privan las leyes. Y para ello bailará entre los lodazales del pasado e iluminará el presente con los recuerdos que nunca deberían olvidarse. Estanislao fue hijo de un rojo eliminado por los suyos. La viuda y el huérfano vivieron gracias a la benevolencia de la familia de don Ramiro, perteneciente a los ganadores, en una constante necesidad de darles las gracias.

Estanislao aprendió a leer con los grabados de las monedas de Franco y tres oraciones. No practicó sobre ningún otro texto, y en su escasa educación quedan claros los dos pilares de la época: el caudillo y la iglesia. Manuela fue una mujer sencilla, una entre tantas que no serán recordadas, que empeñó su tiempo y dedos para procurar abrigo a los suyos. El suyo es el relato del abandono de la memoria, pero con Manuela cae en el lado femenino de esta, que es todavía de un abismo mayor que el de los hombres. No oigo tu palpitar es una novela que, a pesar del sufrimiento, se lee riendo. La exquisita ironía del autor acompaña los más trágicos sucesos e invita a no dejar de leer, a convertirse en un guardián más de la memoria de aquellos olvidados por las leyes de la memoria. No perdáis la pista a esta editorial y a su primer autor.

Una historia que narra el amor de dos personas en tiempos revueltos y complicados, aunque el presente no es mucho más halagüeño porque seguimos viviendo con los secretos y silencios que marcaron la posguerra española. Un dramático capítulo de nuestras vidas, no digo historia, porque yo crecí escuchando batallas de la guerra civil española de los labios de mis abuelos, cada uno en un bando, escuchando y viendo en los ojos de mi padre lo difícil que es pensar cuando el hambre es lo único que sientes, de lo que hay que hacer para comer cada día y cómo marca toda una vida.
                Gabriel no solo recupera la historia de amor de sus abuelos, también los fragmentos más importantes que marcaron a su familia y conocidos. Para mí fue un periodo de perdedores, perdieron la razón en un bando y en otro, mis abuelos narraban cosas parecidas con matices distintos, mi padre la tragedia de un niño que sobrevivió al odio y las envidias de aquellos que incendiaron la mecha, una caza de brujas, en los pueblos se señalaba a personas con las que habían tenido rencillas, rencillas absurdas de ovejas o novias, historias nimias que se zanjaron en cunetas y prisiones de las que no se salía.
                En fin. Hay lecturas complicada de reseñar porque abren fragmentos de tu propia vida.

Un nieto repasa la vida de su abuelo viudo: Coletazos de la Guerra Civil, una dura posguerra, la emigración del pueblo a la ciudad, la España vaciada, la soledad de la vejez...
Un abuelo que personifica la lucha por vivir con dignidad, de acuerdo con unos principios y unos ideales que a menudo se enfrentan con la realidad.
El relato me resulta familiar, en muchos puntos podría ser la historia de mis abuelos, por eso mismo me choca la visión heroica del autor cuando yo veo vida cotidiana. Y me ha dado para reflexionar si el autor exagera con el tono o soy yo la que normalizo una generación a menudo silenciada.🔥

Novela recomendable, da otra visión de las vivencias en tiempos de post-guerra de personas del ámbito rural.
Es la historia de un abuelo que podría ser el de muchos de mi generación, contada por su nieto e intentando reivindicar la memoria de quienes sufrieron la post-guerra.
Quizás no esté del todo de acuerdo con la crítica a la memoria histórica, pero puedo entender su visión.
Recomiendo su lectura y aplaudo la página 53 de la novela.