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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
12 November 2021
Cuando Michelet decidió embarcarse en la redacción de la bruja se hallaba inmerso en la que fue su obra magna, Historia de Francia. Sus conocidos se llevaron las manos a la cabeza, ¿en qué estaba pensando? ¡Mira que dejar aparcado algo tan importante como la historia de Francia para hablar de mujeres y, para colmo, brujas! Pero a Michelet todo esto le entró por un oído y le salió por el otro, y se puso manos a la obra. En apenas dos meses tenía ya redactada buena parte de la obra final, y solo vio interrumpido su trabajo durante un tiempo por la muerte de su hijo.

Michelet comienza a tirar de los hilos de la bruja en la Edad Media, pues no es hasta el siglo XII que Satán toma su carácter definitivo, y Satán y la bruja van cogidos de la mano. Si Satán no existía de manera incontestable, tampoco podían hacerlo sus súbditos. Se le da forma corpórea, se le da el poder de torturar a los pecadores, de atormentar sus cuerpos y sus almas y de asaltar e intentar tomar lo que no es suyo... y al final acaba en el cuerpo de aquellas mujeres que no son capaces de resistir sus embates y se convierten en brujas, brujas que tienen al diablo dentro simplemente por ser más fuertes que los hombres, por tener una personalidad predominante en unos años oscuros en que la mujer era menos que nada, por hacer alarde de unos conocimientos medicinales superiores a los de sus coetáneos o por tener una inteligencia que no se le presupone a su género.

Michelet creía que, en pleno siglo XVIII, todas aquellas mujeres que fueron torturadas, vejadas, denigradas, humilladas y en miles de casos asesinadas no importaban a nadie, que su memoria seguía estando manchada, así que basó su exposición en el celo de la religión a la hora de perseguir a miles de mujeres inocentes y como esto influyó en la transformación del papel de la mujer en la sociedad desde la Edad Media hasta el siglo XVIII y propició el nacimiento del rol de bruja como forma de señalar y estigmatizar a aquellas que con esos mismos dones ahora perseguidos habían sido consideradas pilares fundamentales de su sociedad en épocas ancestrales. Es decir, que este libro destaca principalmente por algo que a día de hoy puede parecer normal pero que en el siglo XVIII (y el mundo académico en que Michelet se movía) no lo era. En La bruja la mujer lo es todo porque Michelet, en arduas investigaciones para otros ensayos, se topaba constantemente con información sobre hechos que él consideró que necesitaban visibilización. Y se puso manos a la obra contra viento y marea y la opinión escandalizada de sus colegas.

La segunda mitad del libro toma un viraje completamente distinto, deja a un lado la perspectiva más general del asunto y se adentra en varios casos concretos y reales de juicio por brujería, y a cada uno de ellos le dedica varios capítulos. Aquí asistimos a sucesos ocurridos ya en los siglos XVII y XVIII, casi todos ellos bajo el auspicio de distintas órdenes religiosas que, una vez leídos, dejan patente que bajo acusaciones de brujería se escondían realmente abusos de poder, abusos sexuales y un incontestable servilismo por parte de aquellos que podían haber hecho algo por evitarlo. Farsas, charlatanería y el deseo de llamar la atención también formaban parte de la mixtura subyacente a estas situaciones que en ocasiones se alargaban durante meses.

La bruja de Michelet es un ensayo magnífico, y el estilo de su autor no solo destila cierta vena poética, sino que es entretenido, ameno e irónico hasta el punto de sacarte algunas sonrisas cuando se le suelta la lengua (es gracioso criticando, vaya... no se corta un pelo). Michelet tenía unos puntos de vista muy definidos y definitivos sobre la religión, la ética y la política que impregnan toda la obra, pero precisamente lo que hace especial a Michelet es su impronta personal, su forma de contar las cosas y ese lenguaje a medio camino entre lo pintoresco y lo idílico.

En la primera mitad del libro despliega su vasta investigación sobre la Edad Media al tiempo que intercala capítulos que derrochan imaginación; la segunda mitad del libro despliega los resultados de esa misma vasta investigación pero intercala una suerte de hechos narrados de tal manera que parecen novelados y que usa para dar fuerza a lo que cuenta. Todo este batiburrillo, que puede parecer incongruente, no lo es en absoluto: es lo que dota de personalidad propia al estilo de Michelet y, aun siendo al parecer una anomalía dentro del resto de su obra, creo que da buena muestra de su particular punto de vista sobre sus áreas de interés y los hechos históricos que relata (y ya que estamos, sobre los puntos de vista de los demás, con los que no suele estar de acuerdo y así lo dice sin pelos en la lengua. Sus notas a pie de página, por cierto, son fantásticas).

Aquelarres, misas negras, hechizos, posesiones, la Santa Inquisición y El martillo de las brujas... Aun así aviso que, bajo mi punto de vista, quien se acerque a este libro debe tener claro que el concepto mismo en que se sustenta es histórico y Michelet está reconocido precisamente por su rigor como autor y, aunque en este libro la prosa a ratos sea pintoresca y juguetona de manera intencionada (sobre todo en los albores de la bruja como concepto al referirse a ciertas mujeres), su papel como historiador es inatacable (como él mismo dice en su prefacio a la edición de 1862 en base a que buena parte de la obra está basado en actas judiciales). A quien solo le interesen las brujas literarias de ficción no creo que encuentre lo que busca en esta obra, porque Michelet se sumerge en siglos de historia para sacar a flote la noción misma de bruja contextualizándolo tanto a nivel religioso como social y, en los casos reales (como las posesas de Loudun, las poesas de Louviere y el que involucra al padre Girard y Catherine Cadière), relatando cronológica y exhaustivamente los hechos.

No puedo terminar sin hacer un breve comentario. La primera edición de este libro vio la luz en castellano allá por 1987; yo tengo la tercera reimpresión de 2019, que viene precedida por las obvias dos reimpresiones anteriores más otras cinco ediciones que anteceden a las reimpresiones. No puede ser que después de ocho entradas en imprenta, este libro tenga las (muchas, muchas) erratas que tiene. No puede ser y no debería ser. Pero es.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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