InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
>

Crítica de Guille63


Guille63
17 March 2023
Podríamos hacer una encuesta con el fin de averiguar cuántos de por aquí saben positivamente al primer vistazo quién puede ser o no una pareja futura, si es más fácil saber que sí o saber que no, si las parejas que de tal modo empiezan son más duraderas, si el sentimiento que las une es más fuerte que el de aquellas parejas con las que la cosa se va sucediendo de a poco. El autor y protagonista de esta historia es de los que lo supo al instante —”La cuestión de qué hacer con mi vida en los cuatro años siguientes quedó resuelta”—, de los que se vio superado por su amor, de los que nunca podremos averiguar si su relación o su sentimiento pudo durar toda la vida. Solo nos es dado saber lo que siente de todo aquello 30 años después.

“Qué inasible es la vida! Solo revela sus rasgos en el recuerdo y la inexistencia” Adam Zagajewski (cita que abre la novela)

Uno de los atractivos del relato es el morbo que provoca ser testigos distantes de un desastre matrimonial de tal intensidad, como si de unos vecinos escandalosos se tratase, más aplicamos el oído cuánto más desagradable es la situación que oímos, más nos atraen sus protagonistas cuanto más nos irritan sus comportamientos. La pareja que forman Sylvia y Leonard parece tener como único fin dar la razón a Doris Lessing cuando decía aquello de que el vínculo más estrecho que une a hombres y mujeres es el sufrimiento que mutuamente se causan. Pues bien, aquí el vínculo no pudo ser más fuerte, pero es que Sylvia, señoras y señores, estaba completamente loca.

“Estoy sin trabajo, sin trabajo, sin trabajo. No he publicado nada. No tengo nada que decir. Estoy casado con una loca.”

Habrá quien diga que no era locura, que lo suyo era sentir la vida con mucha intensidad, que solo era el reflejo de una época, el espíritu de unos tiempos, del jazz abstracto, de las películas de Antonioni, de las fotografías de Diane Arbus, del universo Ginsberg-Kerouac, del jugueteo con las drogas, con las relaciones sexuales extremas y/o sórdidas, con el abismo…“Qué triste, apasionante o extraño era vivir en los sesenta.”

“Willy trabajaba dos o tres días a la semana de asistente social en un programa de desintoxicación de drogas para estudiantes de bachillerato. Los fines de semana, se ganaba un dinero extra vendiendo heroína y compartía los beneficios con un grupo radical de Ann Arbor. Willy no tenía ideas políticas, solo estaba tremendamente irritado. Caía bien a los radicales. En su silencio oían lo que querían oír.”

Paparruchas, excesos de velocidades aparte, Sylvia estaba como una regadera, ella lo sabía muy bien, y Leonard… Leonard… uufff, se me hace muy difícil entender el cuelgue de Leonard. Desde luego, no fue alguien que no supo expresar su amor o que no supo cómo salvar a su pareja de sí misma, estas no son cosas que podamos echarle en cara, aunque él si lo hiciera.

“Yo no me consideraba una persona bastante buena, mientras que ella era un mecanismo excepcionalmente precioso cuyos engranajes habían resultado brutalmente alterados por el dolor. Este le daba acceso a la verdad. Si Sylvia decía que yo era mala persona, tenía razón. Yo no entendía por qué, pero se debía precisamente a que era malo, la maldad me cegaba…Eran iluminaciones exaltadas, momentos de gracia perversa, no manifestaciones de locura.”

Quizá, pensando muy mal —en su prólogo Alan Pauls creo que también lo apunta—, mantuviera la relación, consciente o inconscientemente, como medio de autoconocimiento e incluso como forma de acumular material literario.

“Yo consignaba nuestras peleas en un diario secreto, porque cada vez me veía menos capacitado para recordar cómo habían comenzado. Primero había un insulto inadvertido y después una irritación desproporcionada. Me desconcertaba no saber por qué ocurría así.”

O quizás, y pensando algo menos mal, el tío disfrutaba con todo ese dramatismo, con toda esa desmesura, con todo ese castigo que recibía en su particular infierno privado.

“Te disculpas por estar vivo, por no estar enfermo, por no ser físicamente deforme, por no estar económicamente tan mal como otras personas. No sé por qué me he disculpado, tal vez por el amor que he profanado al no creerme el dolor de Sylvia. Me he sentido totalmente sincero, al disculparme, al besarla. Ha sido muy, muy delicioso, creo yo.”

En fin, lean la novela, la locura de Sylvia (qué pena no poder conocer su versión de los hechos) y la “paciencia” de Leonard son absorbentes, y créanme, se lee en un par de ratos lamentando la pausa que hay que hacer entre ambos.

“El tiempo estaba fracturado, no había causa y efecto y ni siquiera una cosa llevaba a otra. Como en una metáfora, una cosa era otra. Mientras reñíamos con odio, yo quería follar y ella también.”
Comentar  Me gusta         50



Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Apreciaron esta crítica ()(5)ver más