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No sé si me topé con este libro por azar o por obligación impuesta por el destino, pero lo cierto es que nada más verlo, quise leerlo y sabía que me encantaría. Y efectivamente, así ha sido. Reconozco que la portada me llamó mucho, la sinopsis me llamó mucho más, pero lo que colmó el encantamiento fue la propia historia de la autora homosexual taiwanesa, Qui Miaojin, y su relación con su novela maestra: la dejó inacabada a causa de su suicidio a la edad de 26 años. Es una novela escrita con formato postal cruda y repleta de sentimientos intensos. Debo admitir que el mejor ambiente para leerlo es uno relajado, tranquilo y sin ruido, pues la concentración necesaria es máxima. Y es que la autora es capaz de, en un parrafito, colmar el texto tan corto de múltiples sentimientos muy intensos y muy diferentes entre sí, por lo que, entre tantas emociones, puede que te pierdas y desconectes durante unos segundos. Lo único que me ha echado para atrás en algún momento son los nombres de los personajes, son asiáticos y muy parecidos, en alguna página confluyen varias amigas o amantes con nombres muy similares. A parte de esa profundidad en la descripción y la narración de sentimientos, otra cosa a señalar es la exquisitez de la pluma y la cantidad de referencias culturales y artísticas de París, Tokio y Taipéi. de hecho, recuerdo releer muchas páginas por esa forma tan sumamente genial de narrar y escribir. Si nunca habéis leído una novela LGTBI y tenéis ganas de hacerlo, sin duda alguna, os recomiendo esta obra maestra. Eso sí, hacedlo en un ambiente distendido y relajado
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