Cara de pan

2⭐️

"Cara de pan" nos cuenta la historia de Casi y el Viejo, dos personas de 13 y 54 años que se conocen y tienen encuentros esporádicos en un parque de su ciudad.

No es un libro muy entretenido ni hondo. Sólo para pasar el rato.

Bastante turbio.
Me parece turbia la relación que se narra entre estas dos personas de edades tan distintas. Se tocan temas muy fuertes como quien lee una lista de la compra y sin ahondar.

Hay algunas metáforas, pero dan bastante sensación a "meh", si me entiendes.

No creo que vaya a ser memorable porque trama como lo que se dice, no tiene mucha. Aunque seguramente me acordaré de algo turbio de lo que se comenta (y no por gusto).

144 páginas.
Año 2018.

"Casi" es una adolescente de casi 14 años. El "Viejo" tiene cuatro veces más edad que ella. Ella no quiere ir al instituto, por eso se esconde cada mañana entre los setos del parque. Él quiere una amiga con la que observar los pájaros.

Y así comienzan los encuentros diarios entre Casi y el Viejo. Creándose una relación que baila entre lo obsesivo, la inocencia y lo extraño.

Es una novela corta, inquietante e incómoda. Con mucha crítica social.

Página tras páginas vas siendo testigo de una relación/amistad que, objetivamente, no debería tener nada de malo, pero que rompe con las convenciones sociales.

Pero tus prejuicios se activan. Y no puedes parar de cancelar esa relación tan poco usual pero inofensiva, al parecer. Te pasas el libro esperando una desgracia. A ratos empatizas con el viejo, le ves inocente, a ratos piensas que es Casi la que le provoca. al final del libro te molesta la injusticia. Pero también la entiendes.

Es un libro que habla de peligros y prejuicios.
Habla de lo difícil que es a veces adaptarse a la sociedad y a la vida adulta.
Habla de como tu edad influye en lo que socialmente puedes hacer y lo que no. En lo que está bien o mal visto. En quien debe formar parte de tu entorno o no.

Puntuación: 7,5/10

Fue mi primer libro de la autora. Cómo no la conocía, me sorprendió mucho su forma de narrar y lo original de la temática. Me hizo tener muchas emociones, buenas y malas, y eso siempre sube mi puntuación. Te lo recomiendo si te apetece leer algo muy diferente y reflexionar sobre las relaciones humanas.

Es un libro que se lee bastante rápido. Yo considero que es bueno para salir de algún bloqueo lector.

Ahora referente a la historia... no sé cómo sentirme por la relación que forman "Casi" y "Viejo", tal vez caigo en el prejuicio que narran los personajes hacia su amistad, pero en momentos me llega a resultar algo incómoda.

Pero escarbando más, lo que me parece muy interesante y lo que lleva a flote la historia es la necesidad de Casi de sentirse validada y la necesidad de Viejo de sentirse aceptado.

Ambos, a pesar de sus diferencias, comparten algo en común, que es el sentimiento de soledad.

“sɪ ɴᴜɴᴄᴀ sᴇ ʀᴇʟᴀᴄɪᴏɴᴀʀᴀ ᴄᴏɴ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏs, ᴘɪᴇɴsᴀ, ɴᴏ ᴀᴠᴀɴᴢᴀʀíᴀ. ᴜɴ ᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ ʜᴀ sɪᴅᴏ ᴘʀᴇᴠɪᴀᴍᴇɴᴛᴇ ᴜɴ ᴅᴇsᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ, ᴇsᴛᴏ ᴇs ᴀsí ᴘᴏʀ ғᴜᴇʀᴢᴀ: sɪ ғᴜéʀᴀᴍᴏs ᴘᴏʀ ʟᴀ ᴠɪᴅᴀ ɴᴇɢáɴᴅᴏʟᴇs ʟᴀ ᴘᴀʟᴀʙʀᴀ ᴀ ǫᴜɪᴇɴᴇs ɴᴏ ᴄᴏɴᴏᴄᴇᴍᴏs, ᴊᴀᴍás ᴄᴏɴᴏᴄᴇʀíᴀᴍᴏs ᴀ ɴᴀᴅɪᴇ.”

Dos personajes, una única localización (casi) y la maestría de Sara Mesa con la palabra hilvanan una historia que hace que no puedas despegarte de las páginas.

Cara de pan nos habla de desarraigo, de miedos, de tabúes, de dificultad para encajar en la sociedad, del paso a la edad adulta, de "lo distinto".

El narrador elegido (equisciente único enfocado en la niña), nos regala una lectura incómoda e inquietante, sensación que aumenta por momentos a lo largo de la narración, una narración en la que no siempre coincide lo que sucede con lo que se cuenta que sucede y lo que se interpreta que sucede. Esta es sin duda una de las claves de la novela, que te deja esa sensación incómoda al terminar la lectura.

“ʏ ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ᴜɴᴀ ᴄᴏsᴀ –ᴄᴜᴀʟǫᴜɪᴇʀ ᴄᴏsᴀ– sᴇ ᴍɪʀᴀ ᴍᴜʏ ᴅᴇ ᴄᴇʀᴄᴀ, sɪᴇᴍᴘʀᴇ sᴇ ᴀᴄᴀʙᴀ ᴀᴍáɴᴅᴏʟᴀ”.

... a pesar de todo

“ɴᴀᴅɪᴇ ᴀɴɪʟʟᴀ ᴀ ɴᴀᴅɪᴇ ʏ ʟᴜᴇɢᴏ ʟᴏ ᴅᴇᴊᴀ ᴠᴏʟᴀʀ ʟɪʙʀᴇ”.

Se trata de una novela breve (apenas unas 136 páginas con letra grande) donde la autora nos presenta la relación entre una adolescente apodada Casi y un hombre adulto de unos cincuenta años apodado Viejo. Ambos se encuentran diariamente en un parque y comparten sus hobbies mientras pasan los días

Una de los adjetivos más repetidos entre las críticas para describir este libro es ‘incomodidad'. Incomodidad por la relación entre un hombre adulto y una adolescente que, sin embargo, está más en la mente de quien lo lee que en la historia en sí. Es la propia sociedad la que se encarga de colocar a estos personajes en los márgenes debido al estigma social de esta relación.

Otro aspecto interesante es la retroalimentación entre Viejo y Casi. Ambos aprenden mutuamente el uno del otro, e incluso Viejo le abre una ventana a Casi en cuanto a los estudios posteriores.

El estilo de Sara Mesa me parece totalmente adictivo: el lenguaje cotidiano, directo, sin florituras ni muchas descripciones, y los capítulos dispersos hace que no puedas dejar de leer.

A mí, personalmente, me ha gustado mucho. Sin embargo, entiendo a quien le parezca perverso e incluso obsceno. No es una lectura que recomendaría a todo el mundo.

Uff...No. Nononono. Sara Mesa me sorprendió y me sedujo con "Un amor", así que decidí seguir leyendo a la autora y, cuando vi éste, no me lo pensé. Es cierto que ya la sinopsis deja entrever por dónde puede ir la historia, pero a pesar de su maravillosa narrativa, creo que está muy mal planteada.

La idea de dos personas de edades dispares que sienten que no encajan en el mundo es buena. Él, neurodivergente en un mundo lleno de estigmas y barreras. Ella, preadolescente, perdida y sin encontrar su lugar.

Entre ellos surge una conexión, una amistad por esa sensación compartida de no pertenece a ningún sitio, de no encontrar su lugar. Es difícil ya de por sí no estar en tensión por la diferencia de edad, pero la autora consigue más o menos bordear la línea hasta que acaba cruzándola. Y lo hace sin dejar muy claro para qué.

No entiendo para nada qué es lo que pretende transmitir con esta historia, pero hace un mejunje un poco extraño que solo te lleva a sentir rechazo.

Y a pesar de que, como comento, la narrativa es maravillosa, la primera parte no consigue despertar del todo mi interés y la segunda sólo me despierta aversión.

Una pena.

A unos se les antoja una historia impropia, incómoda, dura, incorrecta, sospechosa, intolerable, antinatural… A otros les fascina la osadía y el atrevimiento de la autora, que a partir de un hilo argumental sencillo y con un gran dominio del tempo y el ritmo, nos presenta una historia ambigua y amoral protagonizada por un adulto de 54 años y una adolescente de casi 14 años. Pero el motivo del “viejo” y la niña posee, de hecho, una larga tradición literaria, pasando por la “Lolita” de Nabokov o por la niña Mick de “El corazón es un cazador solitario” de Carson McCullers, entre otros ejemplos.
En “Cara de pan”, publicada en el 2018, Sara Mesa desarrolla un argumento que ya había explorado previamente en uno de sus cuentos. En “A contrapelo”. Pero en la novela Sara Mesa se extiende para abordar temas como la soledad, la diferencia, la singularidad, el aislamiento, la necesidad de comunicación, el bullying. de hecho es un bullying solapado lo que da título a la novela, ese mote de “cara de pan” que ataca de forma tan sutil la identidad de una persona, de una vida que a penas está comenzando a resurgir.
En “Cara de pan” la autora sevillana nacida en Madrid crea un microcosmos narrativo alrededor de dos únicos personajes, dos enfoques diferentes y contrastados, dos enfoques que navegan entre la nitidez y la oscuridad, dos enfoques que se diversifican en la segunda parte para mostrar la realidad desde ángulos inesperados.
La historia de Mesa es toda una crítica a los estereotipos que habla de la destrucción de la pureza y de la inocencia a manos de la sociedad, obligándote a revisar los prejuicios y todas las ideas preconcebidas.
En “Cara de pan” es el protagonista adulto, etiquetado por la sociedad como retrasado o loco, dada su singularidad, el que sale malparado. Su diferencia le conduce a la búsqueda de la soledad, a refugiarse en la observación de las aves y a identificarse con una canción de Nina Simone titulada “Blackbird”.
El adulto y la adolescente se ven impelidos así, por su propia autoexclusión a encontrarse y de ese encuentro nace una relación de amistad imposible y condenada por las miradas externas llenas de sospechas, que solo ven posibles perversiones y tácticas depredadoras.

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No puedo decir solo que esta novela no me gustó, sino que también me hizo sentir mal.

Nos encontramos con una niña de casi trece años, acomplejada y con problemas relacionales, que está faltando la escuela durante más de un mes sin que su familia ni el instituto se dean cuenta.

Ella está escondida tras unos arbustos y un hombre de edad avanzada y solitario, que además presenta algún tipo de discapacidad psíquica y al que le gusta observar a los pájaros la encuentra allí y desde entonces, poco a poco comenza a desarrollarse entre ellos una amistad.

Una amistad a todas luces impropia y antinatural pero que es totalmente inocente pero el estar todo el tiempo escondidos hace que el imaginario social se ponga en la peor de las situaciones.

Otro elemento que me incomodó fue que en este caso es la niña quien tiene unos pensamientos poco adecuados para su edad, pero la persona débil de esta historia no solo es tratada y castigada injustamente sino que las secuelas que le quedan aún producen más rechazo.

Por todos estos elementos no me encontré nada cómoda con esta historia que no he dejado a medias por ser una novela corta.

Este libro sí que me ha gustado. Algo tan simple e inocente como una amistad, puede varíar si cambiamos los personajes. Una niña y un señor. Este libro crea una amistad tan sencilla y de una manera tan espontánea que te atrapa y crea una empatia con los personajes única.

Lo recomiendo 100% se lee en una tarde.

Yo también tengo un parque en el que cantan pájaros de diversas procedencias.
Nadie me ha enseñado a distinguirlos: a veces son canto, a veces ruido.
Yo también soy Casi. Casi profesora de Lengua; Casi doctoranda; Casi adulta

(demasiado pícara para ser joven, demasiado cansada para ser nínfula). Entre Casi y Lolita hay una distancia de dos libros. Y la gente lee a una en la otra, porque no comprende quién es ninguna. Casi no añora la picardía de Lo. Casi no se baja los pantalones esperando a que el Viejo la toque y se empalme, sino que busca la belleza. La simple belleza de quien contempla una vida sin estrenar. de quien tiene ante sus ojos un camino que aún puede decidir por dónde trazarse. La esperanza perdida versus la esperanza que aún no se ha sentido insultada por la existencia.

Yo también soy Casi. Casi escritora; Casi comunicadora; Casi algo; Casi nada. Solo soy todo cuando admito que sé que ignoro.

Entre el telediario y el parque, pasean el escándalo social y la normalidad callejera.

No todas las horas lectivas se ve a una casi adolescente conversar con un casi acabado. Y, desde fuera, solo los árboles son capaces de escuchar sin incomodidad sus monólogos. La gente que no mira no los juzga porque no los ve
La gente que los mira los juzga porque los está señalando: pedofilia
La gente de bien no está entre un seto todas las mañanas, sino que está dentro de un aula falsificando su valor como estudiante, inventando motes con los que doler durante la jornada siguiente

Pero, mientras una aprende un nuevo insulto con el que regir la clase, la otra memoriza las canciones de Nina Simone; traza una taxonomía volátil a la vez que su oído se familiariza con el gorjeo de un pájaro; descubre lo que es el paso de los años y los palos de la vida.

Casi está cumpliendo favorablemente con la situación de aprendizaje: Fue la precursora de la LOMLOE.

Una solo puede ser superficial y verbalizar: cara de pan

Otra se cuestiona por qué la normalidad es tan dada a parecer mentira

Y es más práctico saber pensar que saber insultar a lo largo de la deriva

El Viejo se hizo viejo por el fracaso
Casi es casi porque aún no es carne de pérdida ni de éxito: es limbo y sabor de refugio, es columpio y árbol

Casi no es una nínfula. Casi es una adolescente que está hasta el coño de la norma. Y eso es menos literario, pero más viable en una joven que ve pasar los vagones sin comprender cuán de largo será el tren.

A mí también me molesta el chirrido de los raíles, pero quizá, detrás de la fricción, se esconda un coro de pájaros dispuestos a anidar.