Conozco la soledad angustiosa del paisaje, la gama de los ocres, los verdes que juegan a ser azules allí donde se encabalgan las lomas.
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Conozco la soledad angustiosa del paisaje, la gama de los ocres, los verdes que juegan a ser azules allí donde se encabalgan las lomas.
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También yo hice de la casa mi refugio, y así la quiero, con sus cicatrices, los caliches en el encalado, las goteras en la cámara y la luz pinchada de un poste del tendido. La casa está rota, como yo. No tengo lazos con casi nada y tampoco temo la soledad: mis muertos me acompañan.
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¿Y tú qué harás? – Vivir. Resistir. Ni puedo ni quiero hacer otra cosa.
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La vida debería aspirar a la sencillez y, sin embargo, se enreda en malentendidos, en frases no dichas, en equívocos resueltos a destiempo.
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Aquí nadie pregunta demasiado. Este lugar se traga a los que vinimos huyendo.
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Entre lo que pasó en realidad y cómo lo recordamos siempre se cuela un algodón empapado en éter.
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—Tú no sabes quién es quién en tu casa. A ti te han tenido engañada.
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Aquí no toman afecto a los extraños como no se lo tomes tú primero a ellos, y a mí nunca me convino el esfuerzo. Prefiero tenerlos a raya. Ellos no saben nada pero hablan, hablan, hablan. Cuchichean. Yo, en cambio, he visto cosas y me las callo.
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Creen que estoy loca porque frecuento el cementerio, hablo en voz alta frente a la tumba de mi madre, bebo, me río sola y apenas tengo trato con nadie. Tampoco me corto el pelo desde que murió mi vieja. Que estoy mal de la cabeza, dicen. Si acaso estoy loca de puro cuerda. Yo conozco mi sombra y mi verdad.
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Pensar sin finalidad no es bueno.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?