Ocho mil kilómetros

Matsubara Tadaji es un joven Japonés que estudia psicología y trabaja en la clínica de sus padres. Es un joven modelo, pues desde pequeño siempre ha sacado buenas notas y ha sido un hijo obediente. Sus padres quieren que él sea el mejor, el número uno porque Matsubara, al ser hijo único, será el heredero de la clínica Tadaji.

Los entresijos del destino comienzan a cambiar cuando aparece un joven de cabellera rojiza y millones de pecas en el rostro: Arian. Un joven noruego que se va a vivir a Japón con sus padres por cuestiones de trabajo.

A medida que pasen las páginas seremos testigos de cómo la relación entre ambos chicos se va afianzando hasta llegar a ser una pareja consolidada a base de prueba y error.

Y es que éste es el fuerte de esta novela: La construcción de personajes.

Al principio no sabía qué esperarme de ésta novela por lo que tenía muy pocas expectativas pero tenía muchísimas ganas de leer un libro de la editorial ya que la conocí hace poquito y tiene dos títulos que tienen mi total atención. Por lo que empezar con éste título, al final, fue un buen acierto.
Como mencioné antes, Ocho mil Kilómetros es una novela que da muchísima atención al desarrollo emocional y lógico de los personajes empezando por Matsubara, el personaje principal de la novela. Es un chico que guarda las apariencias bajo la excusa de la sociedad en la que vive, y eso da resultado a que sea un chico lleno de miedos y vaya por la vida actuando con una prudencia desmedida. No sólo por ser gay, sino porque no quiere revelarse a sus padres, personas muy estrictas con todo lo que Matsubara hace o deja de hacer. A ver, no culpo al chico, el pobre vive en una sociedad de costumbres lineales y cualquier cosa que se salga de ahí se rechaza y se repudia, emociones que en algunos capítulos se hacen presentes y, cómo no, hacen mella en la vida de Matsubara.

Muy al contrario de Arian, personaje que, en lo personal, me hubiese gustado saber un poco más. Es un chico alegre, de mente y corazón abierto que no le tiene miedo a ser auténtico frente a los demás, y como ya sabemos, lo auténtico para algunos también es motivo de rechazo, pero en el caso de Matsubara, fue su personalidad auténtica lo que le llamó la atención, junto a su forma de vestir y su lunar debajo del labio *guiño guiño*

Los demás personajes también están muy bien desarrollados y cada uno cuenta con una pequeña porción del libro para contar sus propias historias: Rose y Touya, Hasegawa y Takeda, Saeda, los padres de Matsubara, los de Arian, Dave y su fantástico bar, también Renjiro Watanabe y un par de personajes más. La autora supo manejar muy bien aquello de “Contar mucho en pocas palabras” Me gustó, me gustó.

El vocabulario que utiliza la autora es sencillo, sin embargo, las ideas que plasma son exquisitas, la forma en la que lo plasma te hace reflexionar y no cuestionarte los errores que cometen los personajes y su forma de ver la vida. Hace de lo ordinario algo extraordinario.

Considero Ocho mil Kilómetros ficción narrativa, con romance juvenil LGTB que nos cuenta el proceso del amor desde su primer momento, con una mirada, una sonrisa hasta el más significativo beso de amor después de una reconciliación entre Matsubara y Arian.

Y qué decir de las escenas de amor; en cada escena íntima la autora lo supo llevar con destreza y delicadeza. Mostrando lo suficiente y contando a cada momento las emociones que iban sintiendo los personajes. Ningún acto fue vulgar, ni escrito ni mucho menos el acto en sí. Y cada uno fue totalmente disfrutable.

Eso sí, es una novela en la que hay que tomarse su tiempo para leer, no de balde tiene seiscientas y pico de páginas y mucho texto. Es una historia que te invita a reflexionar de la vida tanto independiente como en pareja, las consecuencias que tienen las decisiones que tomamos y sobre todo cuán alto debemos levantar nuestras cabezas cuando alguien nos ofrece su ofensa tan gratuitamente, como si no doliera. El romance como el desarrollo íntegro de la historia, se cuece a fuego lento.

En conclusión: Ocho mil Kilómetros es un romance contemporáneo que nos habla de valores, trabajo interior, amar sin condiciones y sobre todo y aunque duela, aceptar que no todos los que estuvieron en un principio estarán una vez decidas mostrarte ante ti y ante el mundo tal y como eres.

Es el primer libro que leo de esta autora y adelanto que no será el último, ya le he echado el ojo a «Fast food» y seguro que le daré una oportunidad pronto. He leído casi todos los libros de esta editorial, pero me quedaban pendientes las últimas incorporaciones, entre ellas Ami Mercury (las otras dos son Ana Prego y Laurent Kosta).

Cuando vi el libro dije: «¡ostras más de seiscientas páginas!, empiezo a conocer a la autora por todo lo alto». Imaginaos que no me hubiera enganchado desde un principio, ha sido una apuesta arriesgada pero no ha sido el caso. Además desde el primer momento vamos a entender la razón de esta portada tan bonita.

Por un lado, tenemos a Matsubara, un chico de veinte años que está estudiando en la universidad psicología, intenta ser el hijo modelo: educado, buen estudiante y seguir los convencionalismos sociales. Es tranquilo, tímido y reservado. Intenta no decepcionar a sus padres y tiene un estricto sentido del deber. Sus padres llevan una clínica y el progenitor es bastante... rígido.

Un buen día conoce a un muchacho de improvisto, digamos que Arian no estaba en su mejor momento, y Matsubara decide ayudarle. Arian acaba de mudarse de Noruega a Japón, está en plena fase de adaptación, no conoce el idioma y acaba de dejar a sus amigos y novia a kilómetros de distancia. Me ha sorprendido la evolución del personaje, si bien al principio parecía cortado y comedido poco a poco hay un cambio en él, a medida que coge confianza con Matsubara acaba soltándose cada vez más, poniendo al japonés en situaciones comprometidas.

Lo que en un inicio empieza como una amistad, poco a poco la relación empieza a tomar otros cauces, pero ninguno está por la labor de decirlo en voz alta. Ambos intentan conocerse a sí mismos y analizar lo que están sintiendo, en especial Matsubara que es el más reflexivo. Arian acaba ganando cada vez más espontaneidad e impulsividad, cuando tiene las cosas claras acaba tirándose a la piscina (tenga agua o no). Son como dos polos opuestos (que se atraen mucho).

De forma paulatina, irán saltando obstáculos en su relación y en conocerse a ellos mismos. Es increíble cómo siendo una historia tan extensa, apenas dura unos días y más siendo contemporánea. Pero la relación se cuece a fuego lento, asimilando los problemas de pareja y queriéndose a uno mismo.

Cabe destacar que son problemas reales del día a día, acordes con la edad de los protagonistas. Digo esto porque había dejado de leer contemporánea en general, pero en especial con adolescentes/estudiantes porque en un libro te encontrabas tanto drama y con situaciones tan poco comunes que era muy difícil empatizar. Echaba en falta problemas del día a día: sexualidad, alimentación, ansiedad, etc. Y este libro es precisamente eso: situaciones comunes que pueden estar viviendo muchos jóvenes, es fácil empatizar con ellos y sentir sus miedos o inseguridades.

Para lo jóvenes que son tienen que tomar decisiones importantes, Arian es más echado para adelante, pero Matsubara lo pasa realmente mal con ese "sentido del honor" distorsionado que tiene, que le pesa como una lacra. Se siente culpable por sentir. El miedo al rechazo y a mostrarse a uno mismo es uno de los pilares de esta historia.

Juntos irán madurando como pareja, superando los convencionalismos, los qué dirán, la edad y los celos.

Siendo sin duda el grueso de la historia la relación entre Arian y Matsubara, también encontramos personajes secundarios muy interesantes con historias propias, si bien es cierto que no logran robar el protagonismo, aportan aún más dinamismo y enriquecen la historia.

No puedo decir mucho más, solo que me ha gustado mucho el estilo de esta autora y que leeré sí o sí más novelas de Ami Mercury. La editorial cataloga los libros en: Crash, Libídine y Subway; este pertenece a la colección Subway, pero no os puedo dejar de recomendar: «Slave» de Judit Caro y «La otra versión del trío» de Corintia, ambos son de Crash (más oscuros y eróticos).

Y ya para terminar, en cuanto a la edición, la idea de añadir a los inicios de capítulo una pequeña ilustración relacionada con el mismo me ha parecido ideal, me fijo mucho en estos detalles.
Enlace: http://tejiendocriticasenlas..

Muchas gracias a el programa Masa crítica de Babelio por enviarme este ejemplar de una novela tan interesante.
Esta novela es entretenida y amena gracias a las persobalidades de los protagonistas que al ser tan diferentes chocan entre si y les hace parecer tan humanos que podrian salir de las hojas. Por un lado tenemos a Matsubara que es un chico japonés estudiante de psicología muy marcado en los canones de su país y sus restricciones a parte de tener unos padres muy estrictos. Y por otro lado tenemos a Erian que se acaba de mudar de Noruega a Japón por el trabajo de su padre, abierto y muy activoen todo lo que hace o dice. He ahí por que ambos chocan ya que tienen su propia forma de ver el mundo.
Hay muchos personajes secundarios, como los padres de ambos protagonistas y los amigos en común de ambos, además se van presentando bastantes más durante la novela.
El ritmo de lectura es rápido y ameno, la historia se hace realista y no demasiado acaramelada, si que tiene alguna escena subida de tono, pero es normal cuando se procesan tal amor el uno por el otro.
En conjunto me ha gustado muchisimo leer este ejemplar de la novela ya que la autora describe todo muy bien y hace parecer a los peraonajes humanos y no artificiales.