Pleamar

Como las grandes editoriales son las que marcan el paso, o a eso aspiran, de lo que es buena o mala literatura, de un tiempo a esta parte se ha producido un “blanqueo” de la novela negra (o policiaca, aunque pueda haber diferencias entre una y otra) que empieza a resultar molesto. A los que de siempre nos han gustado las novelas de detectives, de asesinatos imposibles o de policías corruptos, bebedores empedernidos y fumadores compulsivos, no necesitábamos que nadie nos dijera que eso que leíamos era bueno o no. A nosotros nos gustaba, y con eso era suficiente.

Ahora, en cambio, se empeñan en hacernos creer que la novela negra es alta literatura, y todos los años, cuando suenan las quinielas del Nobel, suenan nombres como Benjamin Black, celebrado novelista británico que con este alter ego ha popularizado al forense Quirke como presunto ganador de ese insigne galardón. Luego, no suele haber redaños para llevar la apuesta hasta el final, pero nos engatusan con la posibilidad. Y algunos sueñan con ello.

A pesar de todo, en ese cajón de sastre gigantesco que muchos novelistas han utilizado en su vida para guardar alguna novela, siguen apareciendo grandes textos. Mi última lectura negra ha sido “Pleamar”, de Antonio Mercero. Una gran lectura.

Escribir una reseña sobre una novela policiaca tiene su complejidad, porque sería imperdonable que por un quítame un spoiler, alguien descubra antes de lo previsto quién es el malo de la novela. Así que desde las generalidades que protejan al futuro lector de descubrimientos informativos indeseables, puedo decir que “Pleamar” me ha parecido, hasta la fecha, la mejor novela de Mercero. Bien es cierto que sólo he leído sus novelas policiacas, pero de todas ellas, esta me parece la mejor con cierta diferencia. “Pleamar” es un certero análisis del rumbo que lleva nuestra sociedad, cada vez más hedonista, donde las redes sociales han llegado para que todos compartamos todo tipo de intimidades sin pudor alguno, o bien para jalear a hordas de descerebrados desde la comodidad y cobardía que ofrece el anonimato cibernético.

En “Pleamar” tenemos brillantes diálogos y reflexiones, personajes de carne y hueso, creíbles, reacciones humanas, por muy criticables que nos parezca. Y también hay alguna trampita que se permite el autor dejar salteada para despistar un poco al lector. Bien es cierto que estas trampas no me entusiasman especialmente, porque creo que jugar al engaño con el lector no es honesto, pero son tan habituales en el género que la noticia es precisamente no encontrártelas. En “Pleamar” hay al menos dos o tres, que quizá hacen que la novela no sea redonda del todo. Aún así, un trabajo excelente de Antonio Mercero.