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Tras "el misterio de la cripta embrujada", libro que recuerdo con mucha nostalgia, y "el laberinto de las aceitunas", Mendoza vuelve a afilar su pluma para rizar el rizar de lo absurdo en esta aventura errática con diversos defectos y muchas virtudes. Empecemos por los defectos: el libro no arranca hasta casi tres cuartos, lo cual se atraganta, y eso para un libro de humor es mucho decir. La historia resulta excesivamente inverosímil, aunque de hecho el autor va buscando lo inverosímil. El protagonista va dando tumbos y más tumbos hasta que en un momento determinado decide tomar las riendas. En ese transcurso, al libro lo salva la prosa ingeniosa y brillante de Mendoza, siempre mordaz, siempre ingenioso, para regalarte un momento de brillantez. El último tercio se convierte en una novela de Agatha Christie versión humor-, y es entonces cuando más amena y dinámica se hace la lectura. Que Eduardo Mendoza es uno de nuestros grandes no creo que lo discuta nadie. Pero a este libro le sobra un poquito de extensión, y una mejor planificación de inicio. |
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