Sobre la educación, ahora pululan por todas partes miles de graduados universitarios sin trabajo, sin dinero y sin futuro, pero convencidos de saberlo todo. Henchidos de su valía personal, se les puede embaucar con halagos y comprar con golosinas.
Antes, la mayoría sabía leer y escribir lo justo, contar lo justo. El resto se lo enseñaba la tradición, la experiencia y la palabra de Dios por boca del clero. Los conocimientos se ajustaban a la condición de cada ciudadano, a su oficio, a su vida y a su medio (página 55)