Entre sombras y sueños

La poesía de Concha se nutre de cada momento existencial en cada una de sus etapas. El paso del tiempo en sus versos se puede tocar. Y siempre he sentido sus tintes melancólicos o nostálgicos, una mezcla, primero por un hijo perdido, después por un exilio, por perder a una madre estando lejos de ella y, al final, por la ausencia y el paso inexorable del tiempo. Pero también hay júbilo, amor, ansias de libertad, sobre todo en los poemas de juventud. En este sentido, se agradece enormemente el prólogo de James Valender dónde te da pinceladas de su vida.

¿No es eso toda la poesía? Versar tus acontecimientos y experiencias. de ser tuyas pasan a ser de todos/as para encontrarnos en las páginas. Hacer de lo íntimo, comunidad. Me imagino, y deseo con todo corazón, que la escritura de su poesía fuese un bálsamo para ella. Que en la composición de sus versos liberase todas esas emociones que transmite aquí.

“¿A cuántos yoes obedezco? ¿cuántas personas yo he sido?…”

Hay algo que me ha gustado especialmente: la cantidad de poemas dedicados a otros poetas y escritoras. Federico, Rosalía, Rosa Chacel o Pilar Zubiaurre. No hay gesto más bonito que el de llenar de elogios a los amigos y amigas, a las personas que admiras y compartes oficio y pasión.

“De altos sueños y anchas luces encendidas el ambiente cuando por mi casa ibas con los amigos de siempre”

Ha sido un poemario que me ha llevado su tiempo porque no quería tomarme a Concha a la ligera. Así lo he disfrutado muchísimo más. Con ganas de leer más de ella, en especial sus memorias.

“Quiero ser, renacer, mientras que aliente,
crear y recrear y recrearme,
y dejar una estela de mi vida
que no pueda acabarse con mi sangre”.

Esta antología recoge perfectamente cómo fue la trayectoria poética de Concha Méndez. Alberti y Lorca la animaron a adentrarse en el mundo de la escritura cuando ella menos lo pretendía. Así se lo hizo saber a Federico en una carta: “Yo realmente no estoy preparada para hacer nada interesante. Desde luego, tengo una gran vocación, pero nada más”. Y fue, pues, la poesía su medio de evasión, un espacio en el que supo reconocerse, nombrar y dar cabida al dolor y a la soledad que formaron parte de ella en muchos momentos de su vida.

Viajes, publicaciones, amistades, todo ello le valió a Concha para abrirse paso en el panorama literario a nivel nacional e internacional, gracias también a la inmensa labor que realizó en la imprenta junto con su marido Manuel Altolaguirre. Un espíritu inquieto y revolucionario, adelantado siempre a la época en la que vivió. Hay en sus primeros versos una frescura notable y una inocencia que se transforma en una cruda realidad con la llegada de la Guerra Civil y el exilio. Su poesía se convierte entonces en un espacio que invita a la reflexión sobre la vida, la existencia, la guerra y el conflicto, la muerte, el amor…

Concha sufrió lo que no está escrito: la pérdida de su primer hijo, la ruptura con Altolaguirre, una fuerte depresión que la alejó de la escritura durante décadas, todo ello desde el exilio, además de la muerte de su madre. Por eso siempre que leo su poesía me quedan después unas ganas increíbles de abrazarla. A Concha hay que conocerla sí o sí. Estoy deseando leer Memorias habladas, memorias armadas, un relato que su nieta fue componiendo a partir de los recuerdos y vivencias que compartieron y que ahora, gracias a la labor de la editorial Renacimiento, podemos disfrutar.