No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca.
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No está marcada en ningún mapa: los sitios de verdad no lo están nunca.
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Llamadme Ismael. Años atrás —no importa cuánto hace exactamente—, con poco o ningún dinero en mi bolsillo y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que podría navegar por algún tiempo y visitar la parte acuática del mundo.
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¿Cómo sorprenderse, entonces, de que los de Nantucket, nacidos en una playa, se hagan a la mar para ganarse la vida? Primero buscaban cangrejos y quahogs en la arena; volviéndose más atrevidos, se metieron por el agua con redes a pescar caballa; más expertos, partieron en barcos a capturar bacalaos; y por fin, lanzando una armada de grandes barcos por el mar, exploraron este acuático mundo, pusieron un incesante cinturón de circunnavegaciones en torno de él, se asomaron al estrecho de Bering, y en todas las épocas y océanos, declararon guerra perpetua a la más poderosa masa animada que ha sobrevivido el Diluvio, la más monstruosa y la más montañosa; ese himalayano mastodonte de agua salada, revestido de tal portento de poder inconsciente, que sus mismos pánicos han de temerse más que sus más valientes y malignos asaltos.
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Y es que en este mundo, queridos amigos del mar, el pecado que paga su asiento puede viajar libremente y sin pasaporte, mientras que la pobre virtud se ve detenida en todas partes y en todas las fronteras.
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Hay en ese extraño caos que llamamos la vida algunas circunstancias y momentos absurdos en los cuales tomamos el Universo todo por una inmensa broma pesada, aunque no logremos percibir con claridad en qué consiste su gracia y sospechemos que nosotros mismos somos las víctimas de las burlas.
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Es mejor dormir con un caníbal sobrio que con un cristiano borracho.
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No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están.
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Ahab no caía de rodillas, como aquéllos, al contrario, identificado en su delirio esa imagen del mal con la de la aborrecida ballena, se arrojaba contra ella, mutilado como estaba
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Estamos profundamente persuadidos de que el dinero es la raíz de todos los males terrenos, y de que no existe la menor posibilidad de que un hombre rico entre al cielo.
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No sé lo que puede llegar, pero sea lo que sea, iré hacia ello riéndome.
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¿Cómo se llama el barco ballenero en el que se narra la travesía?