Cuarenta años después de una batalla, es muy fácil para un no combatiente razonar acerca de cómo debería haberse peleado. Es muy distinto dirigir personalmente la acción bajo el fuego, mientras se está envuelto en su oscuro humo.
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Cuarenta años después de una batalla, es muy fácil para un no combatiente razonar acerca de cómo debería haberse peleado. Es muy distinto dirigir personalmente la acción bajo el fuego, mientras se está envuelto en su oscuro humo.
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En la guerra un capellán , lisa y llanamente, es el ministro del príncipe de la paz, entre las huestes del dios de la guerra.
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¿ha confesado alguien, seriamente, que envidia? Algo hay en ella universalmente intuido que es más vergonzoso que el más horrendo de los crímenes.
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el aceite suministrado por los proveedores de guerra -cuyas ganancias, honradas o no, en todas partes del mundo son una porción anticipada de la cosecha de la muerte-,
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Cuando se declara la guerra ¿se nos consulta previamente a nosotros, los combatientes encargados de ella? Luchamos cumpliendo órdenes. Si nuestro juicio aprueba la guerra, es mera coincidencia.
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Nuestra jurada responsabilidad está sólo en esto: que por despiadada que sea la ley, tenemos que atenernos a ella y aplicarla.
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No hay nada nombrable que algunos hombres no hagan, si se les paga por ello.
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Pero lo que podría haber sido es un terreno muy pantanoso como para construir sobre él.
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¿qué participa más de lo misterioso que una antipatía espontánea y profunda como la que sale a relucir en ciertos mortales excepcionales ante el mero aspecto de otro mortal, por inofensivo que éste sea, provocada acaso por esa misma inofensividad?
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¿Cómo se llama el barco ballenero en el que se narra la travesía?