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Críticas sobre Bartleby, el escribiente (29)
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Nurse85
 01 October 2022
Buceando por la extensa biblioteca de mi marido encontré esta pequeña joya del siglo XIX.
Sirva de premisa a esta reseña que la literatura del siglo XIX es una de mis pasiones y me sumergí rápidamente en una ávida lectura de esta pequeña novelita o quizás debería decir cuento largo de casi 100 páginas.
Podría señalar la magnífica forma de escribir del autor de Moby Dick ( cierto que la traducción es de un genio como Borges). También debería destacar ese costumbrismo, ese realismo que desemboca sorprendentemente en algo histriónico, en esa magia del absurdo, en un relato hipnótico que recuerda a autores coetáneos como Poe o posteriores como Kafka o Camus…
Pero lo que voy a destacar por encima de todo es un escritor que sabe contar una historia y aunque pueda parecer un asunto baladí pocos tienen ese poder. Disfrutarás de esta narración página tras página hasta verte abocado a un final en mayúscula.
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Keoki
 17 May 2023
Nos encontramos a mediados del sigo XIX en Wall Street, en el despacho de un abogado del que desconocemos su nombre. Tiene tres empleados, que son dos escribientes y un chico de los recados; pero debido al aumento del volumen de trabajo se va a requerir un nuevo escribiente.

Aquí entra nuestro personaje más importante: Bartleby. El escribiente, o amanuense (bonita palabra que he aprendido en este cuento), es una persona callada y peculiar, pero que enseguida demuestra que puede hacer el trabajo. Pero, ¿será así siempre?

Al principio Bartleby me ha desquiciado un poco, pero a medida que avanza el relato la opinión que he tenido sobre él ha ido cambiando.

Melville consigue dotar de cierta complejidad a un texto aparentemente simple. Hay miga en sus líneas, y eso que son muy pocas páginas de lectura.

La escritura del autor es rica y limpia, es algo tan grato como cuando te metes en la cama recién duchado y con las sábanas recién puestas. Qué sensación.

Este cuento me ha hecho pensar en la cantidad de Bartlebys que habrá habido en la historia, pero que seguramente la suerte de los mismos en el siglo XXI será bien distinta.

Un momento, ¿seguro?
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Zairamec
 07 August 2022
Hablar de Bartleby, hoy en día, resulta redundante. Toda la literatura especializada, y la popular, han hablado acerca de él y no creo poder decir algo que ya no se haya dicho, pero aquí va mi pequeña interpretación o sobreinterpretación.

Melville es Bartleby, o al menos una parte de él. Sí, ya sé que hay que separar escritor, narrador y personaje, pero con Melville nunca se sabe y cualquier cosa es posible.

Este aventurero escritor fue siempre un sobreviviente, desde la muerte de su padre se enfrentó a un mundo hostil para lograr sobrevivir, hizo de todo, aprendió varios oficios y se ganó el pan con el sudor de su frente, hasta que se convirtió en un marino y a bordo de barcos mercantes y balleneros navegó algunos mares, padeció el terror del naufragio, de las revueltas, del encierro y del hambre de los caníbales, para terminar al final convertido en un oficinista.

Creo que después de vivir una vida sin paredes y teniendo como techo las nubes y las estrellas, regresar a una ciudad rodeado de ladrillos y de cemento enajena a cualquiera o por lo menos, hace que convierta a la imaginación en su mejor compañera. Soñar despierto le llaman y fue su mecanismo de defensa para sobrevivir el encierro.

Melville es Bartleby y también nosotros, cuando el mundo deja de ser un sueño para convertirse en una pesadilla. Cuando dejamos de vivir y empezamos a morir.


Algunos datos:

La gran traducción es de Borges, incluso, en idiomas diferentes al español usan la versión de Borges para traducir.
Hizo un gran trabajo y aunque se conoce su fama de dejar su sello personal en las traducciones, para lectores translingües es casi una bendición.

Melville era un amante de los adjetivos y de los adverbios, en especial de los terminados en Mente. En Bartleby utiliza cerca de 300 y Borges los redujo casi a la mitad.

La famosa frase «preferiría no hacerlo» y en algunas ocasiones conjugada en presente, es una de las más conocidas en la literatura y hay algunos que lo interpretan y analizan, pero de todas esas la que más me gusta es esa que dice: preferir no esta relacionado con el querer, sino con el poder. Bartleby no es que no quisiera hacerlo, simplemente no podía.

Es un relato perfecto, pero para mí su perfección radica en el epílogo de la discordia. No tengo la menor idea si es de él o lo obligaron a colocarlo, pero ese detalle dota de magia la historia porque lo convierte en tres cuentos distintos y un solo cuento verdadero. Es una maravilla. Si lees el relato sin el epílogo tiene una interpretación, si lo lees con epílogo, otra y si solo lees el epílogo tienes un microcuento.

Mi piropo
En el pequeño revolucionario corazón eres uno de mis rebeldes literarios favoritos.
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Guille63
 29 August 2023
Leí este cuento hace mucho, mucho tiempo. No lo entendí y me gustó, quizás porque el no entender implica buscar un sinfín de posibilidades sin decidirnos por ninguna pero sin rechazar ninguna tampoco. Así, sin quererlo, envolvemos el relato en un halo de misterio y, de paso, le dotamos de una especial relevancia. Y he pensado si no será esto mismo lo que le ocurre a este abogado sin nombre que se las tiene que ver con Bartleby.

He pensado que el relato se nos escapa, que el relato se nos resiste, con una resistencia pacífica y hermosa, bien es verdad. Precisamente Melville nos avisa del peligro:

“Nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva. Si el individuo resistido no es inhumano y el individuo resistente es inofensivo en su pasividad, el primero, en sus mejores momentos, caritativamente procurará que su imaginación interprete lo que su entendimiento no puede resolver.”

Y he pensado si no será esto mismo que sentimos ante el cuento lo que siente el abogado ante su subordinado Bartleby.

He pensado que quizás Bartleby no representa una respuesta al sinsentido de la existencia, ni al absurdo de la vida: Bartleby representa el absurdo, el sinsentido que de pronto entra en la monótona, segura y acomodada vida del abogado y, sin saber cómo ni de dónde viene, tiene que enfrentarse a él.

He pensado que es posible que sea el abogado el protagonista de esta historia y que Bartleby solo esté jugando aquí el papel del dedo que señala la luna (por favor, que nadie se me moleste, es solo algo que he pensado).

Bien es verdad que de esta forma me quedo con el personaje aburrido y descarto al personaje mítico y misterioso. Quién soy yo al lado de mi admirado Vila-Matas que, en su famoso libro Bartleby y compañía , nos decía:

«Hablar -parecen indicarnos tanto Wakefield como Bartleby- es pactar con el sinsentido del existir. En los dos habita una profunda negación del mundo.»

Y entre el "negar al mundo" del escribiente y la reacción melancólica y de sincera lástima ante la desolación de Bartleby del abogado, no hay color.
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marulibros
 14 December 2022
Bartleby es contratado como amanuense en un despacho jurídico para hacer las labores propias de copista, incluyendo revisión y corrección de documentos, en un principio parece el empleado ideal, pero a medida que pasan los días cualquier tarea, orden o encargo recibido de su superior es rechazado simplemente porque él "preferiría no hacerlo" esto descoloca a sus otros compañeros y sobre todo a un jefe que lejos de cortar por lo sano y prescindir de él, se verá involucrado en una incómoda situación tratando de comprender o buscarle alguna lógica a su actitud

Una historia que me desconcertó ante la rebeldía comedida del personaje, una transgresión a todas las reglas impuestas, la inanición consciente, la desidia y el abandono personal al no querer hacer absolutamente nada. Por otro lado su jefe, a pesar de ser el agraviado, se muestra moralmente obligado protegerlo
"Lo que vi esa mañana me convenció que el amanuense era la víctima de un mal innato e incurable. Yo podía dar una limosna a su cuerpo; pero su cuerpo no le dolía; tenía el alma enferma, y yo no podía llegar a su alma."
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Tontoelquenolea
 27 September 2022
Augusto Monterroso incluyó “Bartleby, el escribiente”, de Herman Melville en su “Antología del cuento triste”, y es que eso es lo que te deja esta historia al terminarla, una profunda tristeza.

No puedo hablar mucho del argumento sin destripar la historia, pero sí puedo decir que es una historia muy enigmática que me ha transmitido muchísimas cosas, que me ha mantenido intrigada hasta el final y que me ha dejado un tanto descolocada (para bien), haciendo que me plantee varias preguntas que quizá puedan resolverse en una futura relectura.

No es una historia llena de personajes (aunque me ha encantado esta extraña pareja literaria), ni descripciones o detalles, es más bien un viaje lleno de interpretaciones e interrogantes, en el que se van sucediendo en el lector mil emociones que van desde la tristeza a la ira, la incertidumbre, la compasión y la impotencia.

Un relato curioso y extraño, magistralmente escrito, de esos que se quedan en tu mente y que vuelven a ti cada vez que escuchas determinada frase, que desde ahora y para siempre relacionaré con el inquietante Bartleby.

La verdad es que lo empecé por casualidad y me he topado con un relato sorprendente e impresionante, turbador y conmovedor, que tiene bien ganada la fama de ser una de las mejores obras de Melville.

Si disponéis de algún ratito, os recomiendo echar un vistazo a esta novelita que parece que narra un suceso cotidiano, aunque extraño, y superficial, y que en verdad es una historia profunda qué bien pudiera tratarse de un alegato a la no violencia y la vida contemplativa (ya os digo que me ha parecido una lectura que se presta a múltiples interpretaciones).
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Pianobikes
 20 July 2020
“Con cualquier otro hombre me hubiera precipitado en un arranque de ira, desdeñando explicaciones, y lo hubiera arrojado ignominiosamente de mi vista. Pero había algo en Bartleby que no sólo me desarmaba singularmente, sino que de manera maravillosa me conmovía y desconcertaba. Me puse a razonar con él“ ~ Bartleby, el escribiente de Herman Melville.

Bartleby es el nuevo escribiente en un despacho de abogados dirigido por el abogado que, en primera persona, nos cuenta la historia. No conocemos el nombre del abogado pero sí que tiene su oficina en Wall Street y tres empleados -dos escribientes y un chico de los recados-. Ante la excesiva carga de trabajo decide emplear a un nuevo copista y ahí llega este personaje curioso, Bartleby, con esa figura “¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada!” a quien ubicó en un rincón de la oficina pero a mano “en caso de cualquier tarea insignificante”. Salvo que, Bartleby responde a cualquier petición que se le realiza con un “preferiría no hacerlo”.

Es curioso cómo reacciona el abogado ante la reiterativa respuesta de rechazo de Bartleby, con perplejidad e incluso con intentos constantes de razonamiento, sin más respuesta que esa resistencia pasiva. El escribiente, que es “un centinela perpetuo en su rincón”, pone a prueba el carácter del abogado hasta un final que no pienso desvelar.

He de decir que me ha encantado, no sólo por cómo está escrito sino por el trasfondo que se puede extraer de las reacciones del abogado ante Bartleby. Me quedo con algunas frases extraídas del libro como: “La felicidad busca la luz, por eso juzgamos que el mundo es alegre; pero el dolor se esconde en la soledad, por eso juzgamos que el dolor no existe”; “Como acontece a menudo, el constante roce con mentes mezquinas acaba con las buenas resoluciones de los más generosos”.
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Yani
 21 April 2018
Empiezo admitiendo una cosa: leí este libro para “probar” a Melville antes de sumergirme en cuanto pueda en el brillante (eso dicen) y extenso (eso está a la vista) Moby Dick. A pesar de que esta novela corta sea posterior, no me arrepiento de haber tomado un rumbo distinto al cronológico. Bartleby, el escribiente me gustó mucho tanto por su extraña historia como por su escritura.

El narrador es el jefe sin nombre de un grupo de copistas judiciales, cuya oficina está ubicada en Wall Street (el subtítulo es, de hecho, “A Story of Wall Street”). Tiene a cargo tres empleados que describe con mucha gracia y exactitud, pero en un momento tendrá demasiado trabajo y necesitará otro más. Por supuesto, quien acude al llamado es Bartleby, un joven muy peculiar en su forma de actuar y, más que nada, en su forma de hablar… porque casi no habla y su frase de cabecera oscila entre la duda y la pereza.

No sabía absolutamente casi nada acerca del argumento y eso ayudó mucho a que la historia surtiera efecto. Me atengo a decir que, a pesar de que al principio parece que tiene una línea de trama muy pobre (en mi defensa: el narrador ocupa unas cuantas páginas en delinear los hábitos de los empleados y tarda en salir de allí), todo llega a buen puerto y termina apuntando al corazón lector. El narrador es un poco parco por momentos y genera desconfianza, porque Bartleby es una persona muy delicada y exasperante. Lo bueno es que mi sensación se derrumbó en cuanto el jefe se sacó de quicio ante X situación que, por supuesto, no comentaré.

Sobre el estilo y la escritura de Melville sólo se me ocurren elogios y la palabra “pulcro”. Es estructurado, serio y limpio, muy acorde al personaje que narra. No hay disrupciones, así que se puede decir que es una novela bien de mitad de siglo XIX. El recorrido es tan tranquilo, que me pareció apropiado para leer en momentos de bloqueo o abundancia de lecturas extensas (el último es mi caso). Hacia el final las cosas se ven un tanto precipitadas, como si sucediera demasiado en poco tiempo y espacio, pero se supera.

La edición que tengo viene con otro cuento de Melville que se llama “El vendedor de pararrayos”, así que le dedicaré un breve comentario. Este cuento, más breve que Bartleby, el escribiente, también está narrado en primera persona. En medio de una tormenta, el narrador recibe la visita de dicho vendedor (muy oportuno) y se establece entre ellos un diálogo sobre la actividad eléctrica y la utilidad del aparato que el hombre ofrece. Tiene cierta gracia, sobre todo porque el narrador es bastante reacio a creer en lo que el otro dice, y termina con una solemnidad asombrosa. El carácter casi anecdótico del cuento lo hizo disfrutable, pero no memorable.

Haciendo un balance, la novela corta me encantó y el cuento no tuvo la misma suerte. De todas maneras, mi primera lectura de Melville fue todo lo buena que esperaba, así que ahora estoy ansiosa por leer Moby Dick.
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anais_i
 06 April 2024
Descubrí a Bartleby hace muchísimos años, allá a comienzos de los '90, en la voz de quien iniciaba todas mis noches con su programa de radio. Lo leyó completo al aire, ocupando varias emisiones. Y me dejó la espina clavada: tenía que buscar ese libro y leerlo.

Cómo verán, el tiempo pasó y, hace unos días, ví que mi librería de cabecera tenía una edición muy seductora, y no pude resistirme: era Bartleby, acompañado de Scafati y de Borges, y en la puerta de un fin de semana larguísimo.

Y, aquí me tienen, flasheada por esta lectura que me llevó a aquellas noches de juventud, en medio de esta madurez en la que más de una vez me gustaría decir "preferiría no hacerlo".

Si tienen dudas sobre si leerlo o no, disípenlas ya y busquen una versión de esta historia. Es una pequeña maravilla.
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Pigasus
 14 March 2023
Con un poderoso ingenio que roza lo cómico, Melville crea una trama de gran tristeza y desazón. Por momentos se genera una especie de simbiosis entre el narrador y el protagonista. La alienación laboral, la evasión ante la vorágine del mundo moderno, la soledad entre tanta gente, la depresión y el desánimo cuando cala hasta los huesos, lo absurdo de la vida, la inacción como elección y como herramienta de defensa... algunas de estas cuestiones se pueden entrever en Bartleby. Pero también se adivina cierta crítica a la necedad de intentar tapar los problemas en vez de confrontarlos: es inútil, siempre encuentran la manera de reflotar (y si no, que se lo pregunten al narrador). En definitiva, un relato intenso y sugerente, de múltiples lecturas e interpretaciones.
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