-Gracias, Abs-Nuestros dedos se acariciaron. -¿Por qué? -Por no rendirte conmigo. |
-Gracias, Abs-Nuestros dedos se acariciaron. -¿Por qué? -Por no rendirte conmigo. |
Vamos a hacerlo por nosotros. Solo somos tú y yo ahí fuera.
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Durante los últimos meses había aprendido que la felicidad radicaba en uno mismo, en la forma en la que te enfrentabas al mundo. Las circunstancias influían, en especial si eran adversas y dolorosas, pero en tu mano estaba dejarte cegar por lo malo o abrir los ojos y buscar lo bueno.
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Durante los últimos meses había aprendido que la felicidad radicaba en uno mismo, en la forma en la que te enfrentabas al mundo. Las circunstancias influían, en especial si eran adversas y dolorosas, pero en tu mano estaba dejarte cegar por lo malo o abrir los ojos y buscar lo bueno.
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La euforia burbujeó en mi interior y tuve que reír. Lo hice como no lo había hecho en mucho tiempo, desde el alma, desde lo más profundo del corazón, desde las horas perdidas y los sueños rotos que hallaban de nuevo esperanza; desde el dolor que desgarraba, desde la felicidad que creía olvidada. Reí hasta quedar sin aliento. Reí hasta que las lágrimas velaron mis ojos y mi pecho se llenó con un grito liberador que rompió las cadenas que me tenían preso.
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El estruendo de nuestras carcajadas resonó por todo el local e hizo que la gente nos mirase como si nos hubiéramos vuelto locos, pero nos daba igual. Estábamos medio echados sobre la mesa, con las lágrimas saltadas de tanto reír. Y yo deseé poder congelar ese momento, justo ese preciso instante, porque era perfecto. Me había hecho recordar lo que era ser yo. |
El cuerpo humano es algo extraordinario y aterrador al mismo tiempo, una máquina perfecta en su imperfección
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El hielo era el lugar donde más había reído y llorado, donde había conocido mis mayores éxitos y fracasos. Donde pertenecía una parte de mí; me circulaba por las venas, me llenaba los pulmones. Era mi elemento, mi lugar. Al ponerme los patines, cada fibra de mi ser cobraba vida, vibraba. Sentía un amor tan grande por lo que hacía que sabía que había nacido para ello.
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-No quiero perderte a ti. -No vas a perderme, milaya. |
Caer está permitido, ¡levantarse es obligatorio!
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Manolito ...