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Otra brillante novela de Ian McEwan. Esta vez, de 2014, sobre temas tan complejos como la ética, las relaciones interpersonales, las crisis de pareja, las leyes, la libertad y, por sobre todas las cosas, la desprotección del ser humano ante sí mismo y ante la sociedad. Opino que este último es el tema que conecta todas sus novelas y relatos: una compasión muy personal por el dolor humano. Un Leitmotiv casi invisible. Creo que entre las virtudes más salientes de McEwan se encuentra su capacidad para plantear y resolver en clave literaria una colección de problemas filosóficos muy complejos que requieren ser pensados en varios niveles a la vez. Su narración fluye elegante, precisa, lírica, fuertemente Bloomsbury, estilo Virginia Woolf. Su construcción de personajes y situaciones resulta magnífica, cotidiana y a la vez universal, como en las narraciones de Saul Bellow y Philip Roth. La Ley del Menor es una obra de arte de gran calidad literaria. Por momentos parece que la trama de esta novela se queda en la superficie de las cosas: una crisis de pareja sin hijos y un dilema médico-legal cerrado en el mundo de la justicia británica. Sin embargo, sin que el lector lo perciba -por el sigilo poético de McEwan-, se encuentra de golpe explorando profundidades muy densas.
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