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Crítica de Imp


Imp
26 May 2022
Esta reseña contiene spoilers. Por favor, tenedlo en cuenta antes de seguir leyendo.
Un libro que se ha llegado a describir como gótico, algo hasta cierto punto comprensible porque su principal mérito está en la ambientación tan cuidada que nos lleva a compartir la angustia de la protagonista, la segunda señora de Winter, de la que no sabemos nunca su nombre, solo que termina perteneciendo al Sr. Winter. En cambio, el nombre de la primera señora de Winter es tan prominente que da título a la novela. Todo ello en una mansión tan decadente como el apellido de la familia, tan hermética que se rodea de un bosque que no permite que se vea hasta que la tienes encima. Como los giros de la narración.
La historia es curiosa y el libro me ha gustado mucho, pero si presentamos un resumen y con la visión de hoy, nuestra interpretación debe ser muy diferente a lo que la autora pretendía.
Veamos: el señor de Winter se casa con una mujer deslumbrante y con gran personalidad, que le indica desde el principio que va a mantener una relación abierta a cambio de mantener las apariencias y que se le vea como la mujer perfecta en el matrimonio ideal. al marido no le hace gracia y el día en el que finalmente ella le cuenta que está embarazada, él la asesina, hace que parezca un accidente. Pasados unos meses, se va de vacaciones y conquista a una jovencita con la que se casa y a la que trata de un modo extraño. Parece (¿es?) un bipolar. Para él la joven es una niña, cosa que la narración repite con frecuencia. de hecho, su relación es de todo, menos de marido y mujer: se les compara con un amo y su mascota y la mayoría de las veces como padre e hija. Maxim la llama Alicia varias veces, incluso insiste en que se ponga un lazo para disfrazarse de Alicia. Me pregunto si a la condición de asesino, le deberíamos añadir la de pederasta. Sigamos: cuando no le queda más remedio, Maxim le cuenta la verdad a su segunda mujer, que al descubrir que su marido es un asesino decide apoyarlo y se alegra en saber que él no adoraba a Rebeca, sino al contrario, la despreciaba.
Bueno… A día de hoy la trama se entendería como una historia de violencia de género, que encima culpabiliza a la víctima. Deberíamos reflexionar que hace apenas unas décadas consideraríamos el comportamiento de los protagonistas como aceptable o incluso nos pondríamos en su piel. Eso me recuerda la última vez que vi la trilogía del padrino y cuando el personaje de Diane Keaton le dice al de al Paccino que los mafiosos son unos asesinos con un código ético ridículo, no podía estar más de acuerdo con ella. Cuando los ves como lo que son ya no sientes simpatía alguna por la familia Corleone. Maxim es tan cobarde y miserable que mantiene a la señora Danvers como ama de llaves, pese a saber que van a saltar chispas cuando lleve a su nueva esposa a la casa, y solo cuando el asunto está resuelto, se alegra de que el ama de llaves se haya ido por su pie porque iban a tener que despedirla de todas formas.
El libro está lleno de este tipo de incongruencias.
Dicho esto, si las pasamos por alto o las aceptamos con normalidad, la novela tiene su mérito. El paso de niña a mujer de la narradora es muy claro y como muchos de los elementos de la novela ocurre textualmente de la noche a la mañana. Está en su psicología, en su ropa, en la mansión. Y si lo pensamos ella nunca pierde su esencia. No se tiene que disfrazar de nada para ser ella misma. Es la única que la autora pretende retratar como inocente en esa historia. Digo pretende porque al encubrir a su marido, no sé muy bien cómo entender a la protagonista, pero soy consciente de entenderla con la visión actual.
Ella es la única que no pretende ser lo que no es y sin embargo es una mujer desprovista de identidad, que se mantiene anónima hasta que Maxim muestra su amor por ella (si se le puede llamar así). Ocurre justo cuando los rododendros han terminado su floración y empiezan a abrir las hortensias azules, como azul era el vestido que se puso para el baile, el que alguien sugirió ser un nomeolvides: esa Rebeca que se agarra al recuerdo en la figura de la impresionante señora Danvers, y que, no obstante, como todo en la vida se termina diluyendo para dejar paso a nuevas flores, hasta que al final, simulando una invernal aurora boreal se hunde con la mansión en llamas.
El personaje de la “perversa” señora Danvers me dejó con mucha pena. Se ve que vivía a través de Rebeca todo aquello que ella jamás podría experimentar por sí misma. Hasta creo que le tiene envidia a la nueva señora de Winter, ya no por ocupar el lugar de Rebeca, sino porque en realidad pertenece a su misma categoría: no era más que una dama de compañía cuando Maxim se fijó en ella. La presentación de esa mujer es hasta cierto punto injusta porque al igual que la muerte de Rebeca y los motivos para matarla son los que cuenta Maxim, lo que sabemos de Danvers, lo sabemos a través de los ojos de la protagonista, que no confiaba en ella y le tenía miedo. Esa malvada señora Danvers, a la que Rebeca llamaba Danny incluso tenía un nombre cariñoso. Quizás estuviera tan huérfana de cariño como la huérfana protagonista de la novela.
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