La ría sigue su curso, el viento de verano susurra entre los árboles; abajo, en las marismas, los pájaros ostreros salen con la bajamar a buscar alimento en los bajíos y los zarapitos chillan, pero los hombres y mujeres de aquella época yacen en el olvido debajo de losas con nombres ilegibles cubiertas de musgo y líquenes incrustados.
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