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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
30 October 2020
Damos un salto en el tiempo bastante grande y avanzamos casi un siglo hasta 1971, fecha de publicación de la casa infernal. Este ha sido el año de las casas encantadas, que además es un tema que me gusta mucho en la literatura de terror pero sobre el que he leído poco en los últimos tiempos (a excepción de la maldición de Hill House, de Shirley Jackson, publicada once años antes que esta que os traigo hoy y de la que os hablé en 2017 aquí). El caso es que hacía años que estaba detrás de leer La casa infernal, pero estaba descatalogado, no tenía prisa por hacerme con una edición de segunda mano, y en fin, que por unas cosas o por otras lo he ido dejando. El año pasado Minotauro lo reeditó, y ya no había excusas.

Al anciano y millonario señor Deutsch le queda poco tiempo de vida y su última obsesión es confirmar si hay vida después de la muerte. No quiere mentiras, solo quiere la verdad, sea cual sea. Para ello ha comprado la casa Belasco, situada en el condado de Maine, comúnmente llamada la Casa Infernal por los eventos sucedidos en ella treinta años atrás, cuando un grupo de expertos se adentró en ella para averiguar el origen de los sucesos paranormales que tenían lugar en su interior, y solo uno de ellos salió con vida y muy malherido. Para esta expedición, Deutsch ha contratado a tres personas: Florence Tanner, una atractiva médium espiritualista; Benjamin Fisher, médium físico y único superviviente de la masacre de 1940; y el doctor Barrett, un físico que lleva veinte años estudiando parapsicología y que tiene su propia teoría respecto a este tipo de fenómenos. Los tres, acompañados de Edith, la mujer de Barrett, se adentran en esa casa el 21 de diciembre de 1970. ¿Cuántos saldrán con vida de ella?

A primera vista puede parecer que hay similitudes con La maldición de Hill House, pero solo en la superficie. Mientras que en la novela de Shirley Jackson había un encargado de la investigación que usaba a las otras tres personas como cobayas y no utilizaba ningún método científico (se limitaba a esperar a ver qué ocurría), en La casa infernal tenemos a un encargado de la investigación (el doctor Barrett) cuya misión es intentar encontrar una explicación científica a lo que ocurre en esa casa, para lo que se servirá, aparte de medios tecnológicos, de las habilidades y capacidades parapsicológicas de los dos médiums que le acompañan. Eso hace que la dinámica de los días que pasan allí sea totalmente distinta y que la tensión entre los personajes sea latente, porque unos quieren demostrar que sí hay espíritus que encantan la casa, y el otro quiere demostrar que eso que encanta la casa es algo muy diferente.

Otra diferencia importante es que mientras que en La maldición de Hill House es una novela muy intimista y psicológica, en la que el terror muchas veces solo está en la mente de los personajes, en La casa infernal el terror y los ataques que sufren los personajes por parte de la casa son muy explícitos, y en algunos casos muy crueles. Matheson se deja de sutilezas y todos los protagonistas de su historia reciben su particular ración de un modo u otro, pero desde luego, si hay un personaje con el que se ensaña, es el de la médium Florence Tanner, así que quedan avisados quienes no gusten de ver sufrir a un personaje.

Dejando a un lado comparaciones (que solamente hago para quienes crean que son novelas parecidas cuando en realidad tienen diferencias de base), los personajes y sus motivaciones están bien definidos para lo que se busca en una historia como esta, aunque mirados en conjunto puedan parecer un tanto estereotipados a ojos de un lector del siglo XXI (no tanto, creo yo, para un lector de hace cincuenta años). El doctor Barrett es un físico camino de los sesenta años que quiere ver culminado el trabajo de toda una vida y ganar con ello un dineral que le permitirá retirarse y vivir tranquilamente con su esposa; Florence Tanner era una actriz de Hollywood medianamente famosa hasta que se retiró para dedicarse al mundo de la parapsicología donde se ha hecho rápidamente un nombre como médium mental, y es la más abierta a la experiencia y a establecer contacto con los espíritus de la casa; Fischer, por su parte, sabe de lo que es capaz la casa (a la que sobrevivió treinta años atrás cuando era solo un adolescente de quince años), y aunque sigue siendo el médium físico más poderoso del país, lo esconde, es mucho más precavido, se protege y se cierra a cualquier intento de acceso por parte de la casa; y nos queda Edith, la esposa de Barrett, a quien acompaña por el simple hecho de que le aterroriza la soledad, y que guarda en su interior complejos e inseguridades que harán las delicias de lo que sea que se esconde entre esas paredes.

La narración avanza separada por días y, dentro de cada día, separada por horas, así que el lector es testigo casi en tiempo real de todo lo que va sucediendo en la casa, y lo cierto es que la historia da lo que promete: sucesos raros e inexplicables, el mal que se percibe hasta los huesos, poltergeists, invasión de los sueños con fines suicidas, sesiones espiritistas en las que no salen las cosas como estaban previstas y, poco a poco, ataques físicos contra los nuevos inquilinos de la casa. En cierto momento conocemos la historia de la casa y de su antiguo dueño, Belasco (eso ya daría para una novela de terror), y a todo esto se suma que Florence, que nunca ha sido otra cosa que médium mental (solo admite a los espíritus en forma de pensamiento), adquiere facultades de médium física desde el momento en que entra en la casa sin explicación alguna (los espíritus tienen acceso a su cuerpo y hacen uso de él).

Por resumir todo esto, yo diría que hay que tener en cuenta cuatro cosas a la hora de acercarse a este libro: una es que es una novela muy de su tiempo y, a finales de los 60-principios de los 70, los fenómenos paranormales ocupaban titulares (el matrimonio Warren y sus investigaciones estaban de plena actualidad en aquellos tiempos), con lo que todo lo que podía pasar en una casa encantada, aparece aquí (y cuando digo todo, digo todo); la segunda es que en esta novela el terror no se sugiere ni está implícito, sino que aparece de forma totalmente explícita y, hacia el final del libro, sin ahorrarle detalles al lector (lectores sensibles y/o miedosillos, beware); la tercera es (y, sintiendo volver a La maldición de Hill House, es algo que también pasaba en el libro de Jackson) que la casa vuelve a encontrar su camino hacia la destrucción a través de las mujeres, que al ser retratadas como seres reprimidos y/o enamoradizas y/o rebosantes de traumas y/o complejo de salvadoras del mundo, tienen el cartel de "vía libre" tatuado en la frente y son carne de cañón para estos espíritus malajes; la cuarta es un poco trampa porque no os servirá como "cosa a tener en cuenta", pero yo lo he disfrutado mucho aun siendo consciente de sus defectos y creo que es lectura obligada para quien guste de las historias sobre casas encantadas. No es perfecta, si quieres encontrarle pegas se las encuentras, pero entretiene mucho, que es lo que cuenta. ¿El final? Pues como siempre en estos casos, cuestión de gustos. Para mí, normalito, sin más. Me quedo con el desarrollo de la historia y los momentos de tensión.

Y voy terminando no sin antes hacer alusión a algo que dije cuando os hablé de la casa y el cerebro el martes, y es que creo (y probablemente es algo que de no haberlos leído tan seguidos no hubiese notado) que Matheson se inspiró mucho en La casa y el cerebro, ya no tanto en el concepto de casa encantada como en lo que hay detrás del encantamiento de la casa y sus fenómenos paranormales. de hecho, y sin poder adentrarme más en el tema, hacia el final se hace un descubrimiento en la casa muy similar al que se realiza en el libro de Bulwer-Lytton. Que conste que las similitudes no son literales, existe un margen de originalidad en todo lo que se plantea, pero las bases sí que resultan muy evidentes.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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