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Crítica de AliciaMares44


AliciaMares44
24 November 2021
Es extenuante estar en la mente de Cati. La centena de personajes que transitan entre las páginas de este libro, la concatenación de eventos que vienen y van a ritmo de metralleta y la velocidad con la que se toman decisiones hacen de esta una lectura muy cansada. Agradezco las súbitas implosiones de ternura como las de la relación de Cati con su padre:

—¿Qué te lastima? ¿No tienes todo lo que quieres? No llores. Mira qué lindo está el cielo. Mira qué fácil es vivir en un país en el que no hay invierno. Siente cómo huele el café. Venga mi vida, venga que le preparo uno con mucha azúcar, venga cuéntele a su papá.

Y la escena de la cual sale el nombre del libro -cuando cantan un bolero de Agustín Lara- me pareció genial.

—Parará, parara, parará —canté yo y dejé el banco para bailar, dando vueltas.
Vives se reía y Andrés se quedó dormido. —Arráncame la vida —pedí mientras seguía bailando sola por toda la estancia.
—«Arráncala, toma mi corazón» —cantó Toña siguiendo al piano de Carlos.
—«Arráncame la vida, y si acaso te hiere el dolor» —me uní a ellos sentándome otra vez junto a Carlos. Tenía razón Andrés, yo arruinaba sus voces pero no estaba para pensarlo en ese momento.
—«Ha de ser de no verme porque al fin tus ojos me los llevo yo» —dije recargándome en el hombro de Carlos que cerró con tres acordes a los que Toña rebasó sosteniendo el «yo» del final.
—¡Qué bárbara, Toña —dijo, mis respetos!
—¿Y ustedes qué? —preguntó ella. ¿Se quieren o se van a querer?

No obstante, la frivolidad de todos los personajes y el hecho de que todos estuvieran involucrados en las esferas de la política cansa, y cansa mucho. No creo que nadie disfrute estar leyendo de las minucias de la política, de la crueldad de los involucrados, de las injusticias, de la opulencia de las fiestas políticas en nombre de la caridad, de la verdadera barbarie cometida por aquellos apenas prueban una gota de poder, de los acarreados, los silenciados, los mandados a matar.

Esto me lleva a uno de los personajes principales: el general Andrés Ascencio me sube la presión, me baja el azúcar, me hace echar espumarajos por la boca. No lo soporto. Y todo eso es mérito de la construcción del machito mexicano por parte de Mastretta, ¡claro! El típico político conservador con diez queridas y e hijos repartidos por toda la nación, pero no vaya a ser que su mujer quiera manejar.
La crítica hacia la posición social y la opresión vivida por la mujer durante el siglo XX es evidente, qué gusto que me asquee ahora, qué gusto que podamos reconocerlo, qué alivio leer las otras reseñas y coincidir en que lo hubiéramos a) dejado o b) ahorcado. Pero obviamente eso no pasa en el libro.
No juzgo el final. Me gustó.

No obstante, quería acabarlo rápido. Llegué a leer hasta en diagonal. Prefería volver a las escenas donde Cati reflexionaba sobre su vida de mujer casada e infeliz y sobre la estupidez de las esposas de los gobernadores, e incluso sobre sus amoríos con otros señores, en vez de leer su resumen de cómo la carrera política y mugrienta de Ascencio seguía viento en popa.
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