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Ojito para navegantes, esta es la segunda parte de la novela El ángel de Múnich, por si os pasa como a mí y empezáis la casa por el tejado. «La gente cree que quiere la libertad, pero en realidad intercambiaría lo que fuera por un poco de seguridad». Siempre he pensado que esta fue la clave para los fines de Hitler, junto con una oratoria extraordinaria, su capacidad de organización y su constante cambio y adaptación según las necesidades, hizo que un personaje como él llegará donde llegó. Hitler tenía carisma. Ofreció a una nación derrotada un enemigo al que vencer de la perdida de la guerra y culpar de la situación económica que pasaban, los judíos. En la página 110, no puedo estar más de acuerdo con esa idea. Este es el telón de fondo de un thriller, tanto en esta novela como en la anterior parte de dos hechos históricos de aquella Alemania convulsa que son enigmas de por sí, en el primero la muerte de Geli, la sobrina de Hitler, y en esta el incendio de Reichstag, 27 de febrero de 1933. Me gusta el momento histórico que narra, la documentación sobre esos días previos y los motivos verdaderos para el incendio y los atentados, se vislumbra la guerra civil que se vive en Berlín, entre los SA y los comunistas, pero la trama policiaca, la búsqueda del asesino de esas muchachas y sus causas, me choca. No sé hasta que punto estos personajes de ficción hubiesen podido mantener un careo con los reales, entrar en sus despachos e insinuar ciertas acusaciones. «La memoria de los hombres es un testigo poco fiable, que manipula y reescribe el pasado sin descanso, adaptándolo al presente, obedeciendo al deseo». |
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