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Esta es una novela al más puro estilo Higgins Clark, entretenida y con un buen ritmo de lectura, aunque con algunos peros en su haber. La historia comienza después de una fiesta dada en casa por una joven, Kerry, cuando sus padres estaban ausentes del hogar. Alguien la asesina y queda sumergida en la piscina de la residencia familiar. Su vecino, Jamie, un chico con discapacidad intelectual, es el primero que tiene contacto con el cadáver y por eso pasará a ser considerado sospechoso. Aunque el novio de la chica, con quien Kerry tuvo una fuerte discusión durante la fiesta, también será un potencial sospechoso de haber cometido el asesinato. Ante la falta de pruebas contundentes, Aline, la hermana mayor de la fallecida, ayuda en la investigación poniendo incluso su vida en peligro para esclarecer el caso y descubrir la verdad. El libro se lee de manera fácil y con tanta agilidad que lo habrás terminado antes de que te des cuenta, pero también habrás resuelto el caso bastante antes de que llegue el final. Esto hace que la novela pierda enteros a la hora de calificarla. Más o menos por la mitad del libro, uno ya puede imaginar con claridad qué es lo que ha pasado, lo que provoca que todo el trabajo narrativo hecho con anterioridad pierda peso. El lector, a medida que avanza la historia, aún está pensando: «bah, seguro que al final da un giro y lo que parecía evidente no es más que un truco de la autora para ‘engañar' al lector», pero no es así. Resulta que, cuando cierras el libro, has ido por delante en la historia, y eso, para una novela negra, no es lo más acertado. En cuanto a su lectura, es sin duda entretenida y la manera de escribir de la autora sigue demostrando que tiene una narrativa fresca y para nada enrevesada, que gusta al lector y que engancha en la búsqueda de pistas y en la investigación. En definitiva, una novela sin complicaciones, bien escrita, para pasar un buen rato. |
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