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Si bien era cierto que ella había corrido un riesgo, vivir ya era un riesgo de por sí y casi todo el mundo convenía en que valía la pena asumirlo.
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Si bien era cierto que ella había corrido un riesgo, vivir ya era un riesgo de por sí y casi todo el mundo convenía en que valía la pena asumirlo.
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Había tantas cosas que no habría sabido explicarles, cosas que ni ella misma comprendía... Era posible vivir dándole la espalda a aquello que no te resultaba conveniente.
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Su país natal se teñía de verdes y azules en verano, de naranjas y rojos en invierno; Nueva York, sin embargo, era monocromática mirara hacia donde mirara: las lodosas avenidas, los carruajes salpicados de barro, las grises teas, los ladrillos de un rojo descolorido, el humo del carbón que impregnaba el aire y lo emborronaba todo...
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Cuando Mary era pequeña su abuela le dijo que, mientras mantuviera el orinal limpio y el delantal blanco, ninguna señora podría mirarla con desaprobación.
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Todas las grandes casas de Nueva York eran iguales. Todas ellas estaban manejadas por mujeres que habrían tenido que nacer varón, cuya ocupación ideal habría sido la de clérigo; mujeres que iban a la agencia de empleo enfundadas en sus guantes blancos y miraban a su alrededor como si se encontraran en un burdel, como si se dispusieran a negociar los términos del contrato con la madame ante la mirada de las rameras que esperaban ser contratadas. Y entonces, una vez que se había llegado a un acuerdo, en vez de indicarle a la cocinera que se dirigiera a la cocina o a la lavandera que fuera a la lavandería, la señora de la casa procedía a dar un sermón sobre los valores del hogar cristiano.
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-Comencemos por su arresto. -Mi secuestro, querrá decir. -Se mordió el labio en cuanto lo dijo, no quería que la considerara una persona poco razonable. -Sí, supongo que eso lo describe mejor. |
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¿Sabes cuál es tu problema, Mary? Que no ves el lado positivo de las cosas
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Querían sus manos, su vientre, sus pechos y sus caderas, querían todas y cada una de las sustancias húmedas que salieran de ella... pero cuando llegaban a su cara apartaban la mirada.
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No, decidió con firmeza, ¡No!. Iba a ir a casa, e intentaría olvidar y hacer lo que siempre había hecho: trabajar duro y sentirse agradecida cada día por la buena salud de la que gozaba, por la vida que tenía.
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La gente decía que la vieja patria, tanto la de Mary como la de cualquier otro, estaba llena de muerte. Leyendo lo que publicaban los periódicos americanos, daba la impresión de que Europa era una gran enfermería, un lugar donde la gente moría en zanjas y caía desplomada ante un ráfaga fuerte de viento.
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Gregorio Samsa es un ...