Cuando decidí hacerme con este libro y embarcarme en su lectura lo hice con dos objetivos: 1) acercarme a la naturaleza y al campo de una forma realista y, sobre todo, no bucólica; y 2) leer de una forma calmada una crónica sin grandes estridencias ni giros trepidantes de guion. Pues bien, tras leerlo 𠅌omo predije, a un ritmo más pausado del que acostumbro—, comprobé que este libro cumplió mis objetivos e incluso me aportó algo más. Sus páginas están repletas de curiosidades relacionadas con la flora y la fauna, sentimientos y emociones, e incluso denuncias de corte social; y todo ello hilvanado con un lenguaje y una extensión de los capítulos que hacen que aunque «no pase nada» en realidad pase todo.
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