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Otra obra maestra del autor. Yo siempre he pensado que hay gente que trabaja muy bien en su sector, y luego gente que tiene un don. Si juntas el don con el trabajo, sale algo parecido a este libro. La personalidad de Samuel hace que no encaje del todo bien en su nuevo pueblo ni en su instituto, cosa que no es de extrañar por otro lado. El recorrido que hace el autor por esas experiencias del día a día del protagonista, nos llevará a sufrir, reír, beber, soñar, llorar y chocar contra una realidad, que nos hará enfurecer junto a Samuel. Las descripciones, tanto del escenario como de las emociones, es de un nivel tan alto que hay personajes que os prometo que ya forman parte de mi vida también. Yo conozco al viejo Berg y su saxo, de verdad, como si hubiera estado en su descuidado jardín más de una vez. Y a Patricia, con su enfermedad y con su sensibilidad especial, con su empatía hacia Samuel y con su ilusión de volverlo a ver. Y por supuesto, conozco a Samuel, un adolescente con un pensamiento propio, que no quiere regirse por normas autómatas que no llevan a nada, que no quiere formar parte de una élite que actúan como robots, sino que quiere tomar sus decisiones, elegir sus caminos, y que, aunque de una manera seguramente poco correcta, lucha por acabar con las injusticias que observa en su entorno. No cuento más para no hacer spoilers, pero creo que queda claro que un libro mucho más que recomendado. Hacía mucho tiempo que no sentía tanto leyendo un libro, y Christian lo ha conseguido nuevamente con esta novela, con un toque autobiográfico como ha comentando el autor en algunas entrevistas, y que no dejará indiferente a nadie. |
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