El mundo en mi época era poroso, permeable a lo maravilloso. Habéis cortado los caminos, reducido las fábulas a la nada, negando lo que se os escapaba, olvidando la fuerza de los antiguos relatos. Habéis asfixiado la magia, lo espiritual y la contemplación sumidos en el estrépito de vuestras ciudades, y contados son los que, tomándose tiempo para aguzar el oído, pueden seguir oyendo el murmullo de los tiempos pretéritos o el rumor del viento en las ramas. ¡Mas no penséis que por haber acabado con los cuentos habéis ahuyentado el miedo! No, seguís temblando sín saber siquiera por qué.
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