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El listón estaba muy alto después de lo mucho que me gustó El vals de la bruja. Y, a pesar de que me he encontrado con una obra que, en muchos aspectos, es bastante diferente a la anterior, he disfrutado con su lectura y en todo momento he sentido que se mantenía la esencia del primer libro. Una vez más, debo resaltar el tipo de hechicería empleada. El uso de la magia de sangre y, en especial, la importancia del vínculo entre brujo y compañero animal es algo que ya me cautivó en la primera entrega, y que lo ha vuelto a hacer en esta. Me ha parecido un recurso muy acertado el usar como nexo entre ambos libros los apellidos de las familias que ostentaron un papel importante en el primer libro. de esta manera, a pesar de que los personajes que cargan con el peso de la historia son nuevos, el hecho de que sean descendientes de aquellos de los que nos encariñamos con anterioridad, facilita el trabajo de conectar con ellos. Además, el usar hechos históricos verídicos adaptados y mezclados con la trama principal, supone un gran plus en la ambientación, haciendo que todo se sienta más real, difuminando la frontera entre realidad y ficción. En comparación con el primer libro, nos encontramos con una novela más pausada, con algo menos de intriga, pero mucho más turbia y oscura, y que mantiene la envolvente narrativa con la que la autora nos deleitó en El vals. Si os gustan las novelas de fantasía oscura, rebosantes de magia, sangre y rencillas familiares que derivan en venganza, estos libros son para vosotros. |