“Eres mi refugio, Julen. No te conviertas en un muro”.
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“Eres mi refugio, Julen. No te conviertas en un muro”.
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Suspiro, aunque asiento con la cabeza. Sé que está equivocado. No se puede olvidar. Hablar de ello puede ayudar a comprenderlo, a aceptarlo, pero el silencio jamás es la solución. Huir de tus problemas solo los hace más fuertes.
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En la vida los malos a veces no reciben su merecido, y a veces los buenos no se salvan. No siempre se imparte justicia...
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Es que quizás no quiero ser yo -replico, con rabia-. Es que quizás estoy cansado de quedarme mirando y no hacer nada.
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Por desgracia, Julen, en la vida los malos a veces no reciben su merecido, y a veces los buenos no se salvan. No siempre se imparte justicia —dice mi padre, torciendo los labios en una mueca triste—. Y esa justicia hay ocasiones en que no la puedes impartir tú, por mucho que lo desees. Porque entonces, no serás muy diferente a ese problema que quieres cambiar.
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Es que quizás no quiero ser yo. Es que quizás estoy cansado de quedarme mirando y no hacer nada
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“Nunca le oculté a mis padres, nunca fui a fiestas prohibidas, nunca bebí a escondidas. Yo era demasiado aburrido y estaba muy solo.”
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“Esa justicia, por mucho que la desees, no siempre la puedes impartir tú, porque entonces, no serás muy diferente a ese problema que quieres cambiar.”
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Estábamos casi a final de curso, a apenas un par de semanas de realizar la selectividad. Era una época extraña, en la que la libertad y el miedo se mezclaban de forma interesante, y nos hacían estallar de vez en cuando con pequeños ataques de locura.
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Cierro los ojos y respiro hondo, el aire me huele a nostalgia.
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¿Cuál es el desayuno favorito de Eleven?