Confesión

La novela está dividida en tres secciones: la primera, situada en 1946, presenta un narrador en primera persona que cuenta el enamoramiento de su abuela en su adolescencia más temprana en Mercedes por el hijo mayor de la familia Videla. Sí, el infame Jorge Rafael, cuando era sólo un pichón de infame. El foco está en el despertar sexual de Mirta, la niña en cuestión, y de cómo oscila entre la culpa y el placer. Esta parte se me hizo algo densa, y lo que más me gustaron fueron las digresiones (o cambios de narrador, sospecho también) sobre el Río de la Plata, que parecen descolgadas pero cobran total sentido en la sección siguiente. Me encantó el trabajo de historiografía pero también el recorrido por las formas en que la literatura ha pintado al Río de la Plata. La segunda parte transcurre en 1977 y narra en clave non-fiction un atentado perpetrado por el ERP contra Videla, y la tercera retoma al narrador de la primera parte, esta vez jugando al truco en un geriátrico con su abuela, que en medio de la partida desliza una confesión que... mejor dejémoslo ahí, léanla sin poder parar como yo, y sorpréndanse con la maestría narrativa de Kohan (que tiene un lugar especial en mi corazón porque logró hacer de mi examen final de Teoría y Análisis una experiencia disfrutable, contra todo pronóstico). Una lectura que se devora en dos sentadas y deja con ganas de más!

Tres líneas narrativas autónomas se engarzan en la nueva novela de Martín Kohan para conformar un todo denominado Confesión, porque en la memoria cabe el olvido y eso condiciona el recuerdo expresado en formato de confesión íntima. Ganador en 2007 del Herralde por Ciencias morales, hincha de Boca Juniors, lector de Borges, Cesar Aira, Pablo Palacio, Piglia, Saer y Sarduy (entre otros), profesor universitario y crítico literario, escritor en cafés, Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) refleja la atmósfera del miedo, la memoria y el olvido, la culpa y la ausencia de remordimiento, la convivencia de la monstruosidad con la normalidad. Es de agradecer que se aleje del tono confesional y de la revelación autobiográfica predominante en estos tiempos, anclados en el yo más insustancial e intrascendente. Fantasía y memoria. Lenguaje, sujeto y cuerpo. Deseo e intimidad. La sombra del dictador Videla. Una buena novela de final carente de reproches y de rencores, abierto y a la vez redondo.