Todos nuestros ayeres

Una novela que desprende una gran humanidad relatada desde la ternura y la aparente ingenuidad de un narrador cautivado por los personajes.

Es mi segundo encuentro con Natalia Ginzburg —tras haber leído “La ciudad y la casa” (1984)— y desde luego que no va a ser el último. Natalia se caracteriza por adentrarse en el alma de las relaciones humanas y por permitir al lector hacer suyos a los personajes. A lo largo de los capítulos de “Todos nuestros ayeres” (1952) me he sentido partícipe de la vida de Anna, la protagonista, y he sentido —y sobre todo sufrido— con los avatares a los que se enfrenta su familia: la tragedia de su hermano Ippolito, la entrega de la señora Maria y la generosidad de Cenzo Rena.

El libro se estructura en dos partes diferenciadas: en la primera la autora nos presenta la situación de las familias a las que acompañaremos a lo largo de la historia a través de la figura central de Anna; en la segunda, la irrupción de la Segunda Guerra Mundial tambaleará el pequeño universo de los personajes. Anna es una muchacha apocada y reservada, un testigo silencioso de las decisiones de los demás.
La segunda parte me ha parecido especialmente impactante y dura, aunque salpicada de toques desenfadados y de la delicada ironía de Ginzburg.

Esta novela nos adentra en el eterno conflicto entre el bien y el mal y en la influencia del contexto a la hora de guiar nuestros actos como seres humanos que quieren ser libres pero que son presa de las circunstancias. El miedo siempre acecha y la guerra lo arrebata todo sin miramiento pero incluso en el escenario más hostil, la belleza moral de algunos actos reluce y aporta destellos de esperanza.

En definitiva, se trata de un texto muy fluido con un estilo ligero y sencillo pero también tremendamente profundo, nostálgico y lúcido. Una escritura precisa, natural y transparente que desnuda la complejidad del alma humana. Una de mis mejores lecturas de este año.

Cuando pensamos en la Italia de los años 30 y 40 pensamos en un país a punto de entrar en conflicto, en Mussolini, en alianzas, en invasiones, en ingleses, alemanes y los desastres de la guerra. Pero la Italia de los años 30 y 40 también es la de un muchacho esperando cada tarde en la puerta de la chica que le gusta, la de otro joven deseando irse a la segunda residencia de su familia para estar con su perro, la de una niña que sueña desde su salón con hacer la revolución, la de un padre frustrado por querer escribir unas memorias que cree que lo cambiarán todo…
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En ‘Todos nuestros ayeres', editado por @lumenedit, Natalia Ginzburg habla de la historia menos convencional, y no por ello menos importante, de una nación en conflicto: la historia de sus gentes, en concreto de dos familias de un pueblo al norte de Italia.
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Hace poco leía sobre esa forma de entender la historiografía como un análisis que va más allá de la descripción de los hechos, que se centra en el estudio de las costumbres y los pensamientos de quienes habitan una geografía concreta. Y esa podría ser una descripción bastante acertada de lo que hace la autora en esta novela. A pesar de tratarse de (relativa) ficción, Ginzburg nos permite adentrarnos en la cotidianeidad de unos personajes —que podrían ser perfectamente reales— a la espera del estallido de un conflicto y que, sin embargo, deben seguir con su vida.
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«Se había dado cuenta de que no la quería, había comprendido que entre ellos se había acabado todo, y había comprendido también que había sido una historia necia y mezquina».
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Tenia una deuda pendiente con Ginzburg porque ‘Las pequeñas virtudes' no me entusiasmó, pero, aunque sí que es cierto que al principio me costó un poco entrar en la novela, una vez que estuve dentro sentí que yo misma formaba parte de esas familias. Que conocía a Anna, Ippolito, Concettina, Giuma, Cenzo Rena y al resto de personajes que habitan esta pequeña pieza del gran puzzle que supone un mundo en guerra. La autora demuestra una estilo muy diferente al de sus ‘virtudes', con una prosa sencilla capaz de ahondar en los pensamientos más profundos que te hará recordar a los personajes de esta historia.

La tercera novela escrita por Natalia Ginzburg y la que han calificado como su mejor novela, nos lleva a un pueblecito al norte de Italia en una época anterior a la SGM.

Es una novela coral y familiar, que abarca la vida de una "familia" italiana, más allá de los lazos sanguíneos por lo que veremos padres e hijos pero tambien amigos y vecinos.

En una calle frente con frente viven dos familias protagonistas de la historia.
Una es la familia de Anna, su padre, sus hermanos Ippolito, Concettina y Giustino y su ama de llaves, la señora Maria.
Otra es la del dueño de la fábrica de jabón del pueblo, sus hijos Emanuele, Giuma y Amalia.

A través de Anna veremos su vida antes, durante y después de la guerra. Y cómo cambia la vida de la familia, de los amigos de siempre, de quienes logran sobrevivir y de los que se quedan por el camino.
Antes de la guerra veremos el día a día y las relaciones familiares y personales.
Durante la guerra las decisiones tomadas y los actos llevados a cabo conviven con el dolor y el miedo.
Al finalizar la guerra los que sobreviven verán un gran vacío y una vida llena de preguntas pero sin respuestas y tendrán que aprender a vivir así.

Personajes bien trazados que nos muestran sus pensamientos y sentimientos, sus sueños y desengaños y que nos hacen conocerlos perfectamente como el cascarrabias padre de Ana, la sufridora señora Maria, el melancólico Ippolito, el enamorado Danilo, o Emanuele, los tres amigos y disidentes antifascistas que le hacen concebir la política como una idea romántica hasta que estalla la guerra.

Cuando estalla la guerra en Europa veremos sus temores y cuando Italia entra en guerra veremos lo que ocurre y como su vida cotidiana se desmorona,veremos como la guerra les arrebata prácticamente todo . Veremos el caos y como en toda historia sobre esta época veremos pérdidas, sufrimiento, injusticias y mucho dolor.

Me ha encantado porque con una prosa elegante, serena y precisa nos lleva por esa época terrible pero también por la vida íntima de los personajes y por la evolución de sus vidas.
Fue escrita siete años después del fin de la guerra, una guerra que afectó profundamente a Natalia. Y quizá por ello retrate tan maravillosamente el alma de esos personajes que sufrieron lo indecible y nos hable de familia, de secretos, de silencios, de amores, de memoria, y de emociones. Porque lo vivió y lo sufrió.

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Es un libro con un ritmo lento, por lo que me costó entrar en la historia. Los personajes son fríos (creo que la autora lo hace a propósito para que nos pongamos en situación) y me costó un poco empatizar con ellos. La segunda parte del libro me pareció mucho más interesante, pero entiendo que primero había que conocerlos un poco. Me quedo sobre todo con el estilo de la escritora que me ha gustado mucho.