Mi primera toma de contacto con Carmen Martín Gaite no ha sido la que esperaba. No sé por qué, creía que me iba a parecer más trasgresora, más llamativa, pero esta novela me ha resultado un poco predecible y lineal. Me ha gustado bastante la historia que hay alrededor de la casa de la playa, del faro y la familia que vivía en él. Pero es solo una pequeña parte del libro en la que la autora no ahonda demasiado, así que obviamente se me ha quedado corta. El protagonista me ha caído fatal desde el principio: un pijo sin oficio ni beneficio cuyos problemas son que quiere hacerse el malo juntándose con narcotraficantes o que vendió una casa en la playa que ahora le gustaría recuperar. Y para él todo se compra con dinero, todo se soluciona pagando a los demás para que trabajen para él. No he podido empatizar con él, le he cogido manía y quizá por este motivo no he disfrutado del libro como me hubiera gustado. He continuado con la lectura hasta el final por lo poético del cuento de Andersen, el cual comparte título con la novela. Recuerdos de infancia que hacen al protagonista pensar en su abuela, la cual le leía cuentos cuando era pequeño, y de su padre, que compartía con él lecturas en su juventud. Me ha parecido bonita esta relación entre la familia y la literatura, y cómo ciertos libros nos recuerdan a alguien. No obstante, la lectura se me ha hecho un tanto densa y pesada y me ha costado terminarla. Me daba pena porque tenía las expectativas más bien altas, pero no me parece que haya sido una lectura que vaya a recomendar a nadie. La calidad literaria es indiscutible, pero este libro no es para mí. + Leer más |
Este verso de Carmen Martín Gaite, «Necesito poesía», abre las puertas —lema y guía— de los primeros veinte años del sello La Bella Varsovia. Subrayan las ganas de leer, la conciencia y la certeza de que la poesía es un idioma con el que se dice el mundo, con el que se traduce —se interpreta— aquello que vemos y vivimos. Brújula, refugio: la sensación de que la poesía significa esto o lo otro, significa todo lo que considere cada quien que se acerque a un libro de poemas.
Durante 2024 celebraremos los primeros veinte años de la Bella Varsovia: veinte años necesitando poesía, compartiéndola desde la curiosidad y el entusiasmo. Veinte años —tres de ellos como sello de Anagrama— en los que hemos intentado crear un espacio de referencia para obras de calidad y riesgo: un espacio para que quienes escriben confíen en su propuesta literaria, y escriban con esa seguridad para afrontar nuevos retos, y un espacio para dialogar con quienes leen, que también forman parte de los libros.
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