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Crítica de Oihane


Oihane
20 October 2020
Posiblemente un libro que podría haberme pasado desapercibido en la estantería de la librería y una gran oportunidad la que me ha brindado Masa Crítica para conocer la incisiva pluma de Anthony Marra. Una obra, por otra parte, difícil de clasificar: no tenemos claro si nos encontramos ante un compendio de relatos extrañamente conectados o ante una novela coral con diversos protagonistas, pero ¿acaso las genialidades no han excedido siempre la simpleza de las categorizaciones y las etiquetas? Y si algo podemos tener claro es que la novela de Anthony Marra es simplemente genial.

Se extienden sus capítulos entre el año 1937 en la URSS hasta la década de 2010 (desarrollándose el grueso de sus líneas especialmente entre 1999 y 2011). Nos encontramos ante un capítulo principal que sigue la vida y obra de un censor de fotografías del régimen comunista en uno de los momentos más virulentos de las purgas de Stalin. El resto de personajes se nos antojarán después como satélites de este primer sujeto conectándose entre sí de diversas y extrañas maneras: dos hermanos separados por la guerra de Chechenia, un gran amor que decidió perseguir un gran sueño, una madre que lucha con los fantasmas de su pasado y con los del futuro de su hija, dos almas sensibles y rotas cuya reparación parece demasiado ligada al destino de un significativo cuadro, un padre que proyecta en su hijo las frustraciones de una vida pasada. Todos ellos son personajes cuyos destinos parecen entrelazados aún en el tiempo y el espacio, en un contexto que parece determinar el devenir de sus vidas más de lo que pudiera hacerlo un presupuesto libre albedrío.

Encontramos un extraño humor negro y sarcástico entre unas páginas que en una lectura superficial se nos antojarían únicamente trágicas. No por ello vamos a obviar el factor dramático de unos relatos que nos dejarán huella en el alma (el “coup de grâce” del último capítulo es difícilmente salvable por resistente que sea nuestra sensibilidad). Pero la manera de tratarlas no es la habitual; Marra consigue hacer de los detalles toda una trama, toda una manera de narrar las vicisitudes de un mundo que en demasiadas ocasiones escapa a nuestra comprensión. No es la historia de aquellos que la escribieron sino de los que la sufrieron, de aquellos que no tuvieron más remedio que nadar en la resaca de un mar que no les dejaba avanzar de maneras convencionales (al menos para el criterio de la occidental que escribe). Son también y considero que, ante todo, relatos de remordimientos y autorredención; a pesar de las circunstancias siempre subyace un poso de duda, de crítica y autocondena que remueve las conciencias de los personajes llegándose a plantear su parte de culpa en esa vorágine de acontecimientos en la que se vieron envueltos. Concluimos arrastrados por sus líneas, que el deber es algo subjetivo así como la idea de fidelidad, llegando a caer en más de una ocasión en una auténtica paradoja por perseguir férreamente ambas abstracciones.

Hallamos por otra parte en estos personajes diferentes mecanismos para sobrevivir en un contexto que escapa tanto a su control. El autoengaño, la fantasía elevada a su máximo exponente, es el más socorrido. En ocasiones será una fantasía en la que el personaje se ve redimido de su vida actual, elevado a un plano en el que tiene libertad, en el que puede conseguir todo aquello de lo que se ha visto privado desde su infancia (especialmente afecto y reconocimiento). En otras ocasiones, diferentes protagonistas tendrán que ponerse en un plano inferior de consideración hacia sí mismos, haciéndose en sus mentes capaces y merecedores de los actos para los que parecen haber sido destinados. En último término tendremos a quienes viven firmemente anclados en la realidad, para ellos, el engaño será deliberado y poco poético pero igualmente instrumentalizado para su supervivencia. En cualquier caso, la filosofía de la soledad y las ensoñaciones del autor es, en este sentido, tan cruel como bella en su aparente simpleza y complejo arraigo para todos los individuos de su novela.

Cabe concluir que Anthony Marra se consagra como un gran conocedor de las circunstancias de la Rusia soviética y postsoviética, y un experto en dar voz a aquellos que no la tuvieron y cuyos destinos se desdibujaron ante el aerógrafo de la Historia tanto como ante el de aquel censor que hizo su trabajo en la década de los años 30. Es igualmente reseñable el hecho de que el autor siempre nos ofrece sorpresas, incluso en aquellos momentos en que hemos perdido la esperanza de encontrar respuestas. Nada queda al azar en la maravillosa obra de ingeniería que forma Marra con la vida de los desdichados de su novela: todos tienen interrogantes, todos pueden ofrecer respuestas salvo en lo que se refiere a sus propias vidas. Para finalizar, solo cabe citar a un cínico Alexei que proclamaba en la novela: “para qué leerte un libro si puedes resumirlo en una concisa frasecita”. Pareciera así que Marra hubiera puesto un gran empeño en quitarle la razón a uno de sus personajes más potentes, un éxito indiscutible proclamado a través de cada uno de los renglones que componen su magnífica novela.
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